Oviedo, M. P.

Claudia se hizo actriz por la cara, después de ganar un certamen de belleza, pero no tardó en poner su nombre en una selección de lo más indispensable del cine italiano de los últimos años cincuenta y, sobre todo, los sesenta. Y sigue. Cardinale, de «civil» Claude Josephine Rose Cardin, nació en Túnez ayer hizo setenta años, y el cine la hizo italiana. Tan italiana como el estilo de mujer que protagonizó junto a otras actrices de su generación y cuya influencia ha llegado hasta el más reciente cine europeo. Al menos hasta el Almodóvar de «Volver», porque su Raimunda (Penélope Cruz) tiene mucho de las «maggioratas» de formas rotundas, de ella y de Sofía Loren, Silvana Mangano, Anna Magnani... Dijo Claudia en la víspera de su cumpleaños que su energía de septuagenaria está al nivel de la que tenía cuando ganó, a los 19, el concurso de belleza en Túnez que le abrió las puertas del cine.

Era 1957, y desde entonces no ha parado. Acaba de rodar una película, y su agenda incluye un retorno a Túnez para protagonizar la próxima. No será el último regreso, porque también volverá a «Rufufú» con una nueva versión del que fue su primer éxito, en 1958. Su filmografía posterior, casi cuarenta cintas, tiene muchos otros títulos gruesos a las órdenes de gente ilustre, con Luchino Visconti en «El gatopardo» y «Rocco y sus hermanos», el «Ocho y medio» de Federico Fellini o la visita al Oeste en «Hasta que llegó su hora» (Sergio Leone, 1968). Se permitió el lujo de vivir de espaldas a Hollywood por no pasar demasiado tiempo lejos de casa, aunque tuvo su momento allí con títulos como «El fabuloso mundo del circo» (Henry Hathaway, 1964), «La pantera rosa» (Blake Edwards, 1964) o «Los héroes están muertos» (Joseph Sargent, 1968). Desde los sesenta nada ha vuelto a ser lo mismo, pero, muchos años después, Claudia sigue despierta.