A Chabrol le pasa en los últimos años algo muy parecido a Woody Allen: su última película puede gustarte más o menos, seguramente no será una obra maestra, pero puedes ir al cine con la tranquilidad de que el tiempo y el dinero que vas a emplear en verla habrán merecido seguramente la pena. Como el maestro neoyorquino, Chabrol parece haber descubierto la fórmula mágica para hacer todos los años un tipo de película inteligente pero sin grandes ambiciones, cuyo mecanismo interno conoce a la perfección. Como aquel que se ha especializado en un plato, Chabrol lleva cocinando años un tipo de intriga provinciana y pequeñoburguesa que siempre le sale bien, más allá de que cada episodio de esta serie negra «de andar por casa» nos pueda saber mejor o peor que la anterior. La metáfora culinaria no es accidental; Chabrol, además de un gran cineasta, es un gran gourmet.

Compañero de Godard,Truffaut y Rohmer en la redacción de la mítica revista «Cahiers du Cinema», Chabrol daría el salto de la crítica cinematográfica a la dirección algo antes que ellos, pero tardaría, sin embargo, mucho más en dar con un estilo propio. «Segundón» dentro de la nueva ola del cine francés, su cine tendría durante bastante tiempo mucha menos repercusión que el de sus compañeros. No será hasta los años ochenta cuando encuentre en un cierto policiaco «de cercanías» su propia senda. Como en las novelas de George Simenon, el padre del comisario Maigret, en las intrigas de Chabrol no hay las grandes dosis de sexo, violencia y sordidez a las que nos tiene acostumbrados el género negro americano. Por el contrario, los crímenes chabrolianos se desarrollan en apacibles ambientes provincianos pequeñoburgueses donde reina una apacible calma. Una tranquilidad que rota por un inesperado homicidio saca al descubierto la podredumbre que se esconde detrás de ese decorado. Éste es el fondo de algunas películas tan fundamentales en su cinematografía, y en el reciente cine europeo, como «La ceremonia», «En el corazón de la mentira» o «La flor del mal».

Referirse a Chabrol sin hacer mención a su ironía y peculiar sentido del humor sería injusto. «No va más», la sofisticada comedia de dos estafadores de poca monta metidos en un asunto muy por encima de sus posibilidades, se encuentra entre lo mejor de su cine, y es, para muchos, su película más lograda. Su última obra -en exhibición en los cines Yelmo de Oviedo dentro del ciclo «Palladium»- es «Borrachera de poder», una intriga judicial protagonizada por una de sus actrices fetiche, Isabelle Huppert. Es una muestra más de la inteligencia de un cineasta que, a pesar de todo, proclama que le interesa mucho más la estupidez que la inteligencia, porque mientras ésta siempre tiene límites, la otra carece por completo de ellos.