Oviedo, Chus NEIRA

La banda «Zem» se puso de largo ayer en un teatro Filarmónica muy poblado con una hora de rock de cámara. Bajo, batería, guitarra, vientos y vibráfono interpretaron con precisión y sin lugar para muchas excursiones el disco recientemente editado por esta banda que lidera el vibrafonista Xuan. Si en la escucha del trabajo ya no parecía muy adecuado, a pesar de algunos momentos, llamarlo rock progresivo ni mucho menos jazz, ayer la impresión, el aroma, las maneras se entendieron como eso: música de cámara para cuarteto de rock y vibráfono.

La presencia en las tablas del inefable Jorge Martínez, que dejó claro desde un primer momento que aquello no era un concierto de «Ilegales», no eclipsó, como podría haber sido el caso, el conjunto ni el espíritu. Su participación en este proyecto se limita al empleo de la guitarra eléctrica, que utiliza a la manera en que un teclista lo haría con un sintetizador analógico. No sólo porque de hecho utiliza un filtro para simular sonidos de teclados, y más bien porque las frases, arrastres, arpegios y ruidos varios funcionan como la pincelada colorista. Su otra aportación durante la sesión fue la de «madre superiora», muy expectante ante las ejecuciones y con apostillas a cada tema: «Bien, ha salido bien».

Efectivamente, a pesar de la complejidad rítmica de las composiciones, el quinteto despachó con soltura y clase sus composiciones. La batería de Rubén «Mol» y un inmenso, titánico y vertebrador Luiggi Tudermix pusieron los cimientos verdaderos del invento. Juan Flores, a los saxos y flauta travesera, dio otro color, más «free», a sumar a las guitarras de Martínez. Y Xuan, parapetado detrás de su vibráfono, que tardó en lucir por las complejidades de la mezcla pero al que finalmente el técnico y cantante por unos segundos Jorge Martínez pudo poner en su sitio, hilvanó con esos elementos todo ese mundo de metrónomo alucinado, de caja de música prusiana, de rara belleza rítmica.

A pesar de lo elevado de la propuesta, el público salió con el estómago agradecido y enaltecido, como sólo lo dejan los grandes gourmets.