Oviedo, Ch. N.

Susu -voz, acordeón, presencia escénica y protagonista casi en solitario de «La media luna»- sembró ayer de armoniosa espiritualidad el teatrillo de Cajastur de Oviedo con sus canciones de suave pop melismático, de ese que dialoga una y otra vez con las tradiciones de estas y otras orillas, camino del Sur en muchas ocasiones y de la sencillez de la tradición popular en otras. Junto a Susu, el resto de protagonistas de la velada, con la que se llenó el recinto, fueron la sólida banda que la acompañó y su pareja, pieza fundamental en este proyecto y guitarra acústica para la ocasión, el ex «Elefantes» Shuarma.

Susu, que dio un repaso a las canciones que componen su último disco, «Calma», y sumó alguna de su anterior «...en la arena», arrancó el recital sintonizando frecuencias en una vieja radio esquinada en el escenario. La banda interrumpió ese ruido de nieve e interferencias con los acordes de «Calma», la canción que abre y da título a su último trabajo. La pieza, de largo desarrollo y diversa intensidad, dio paso a otra de las melodías más reconocibles de este nuevo disco, la flamencólica -pop de quejío- «Cómo duele», en la que Susu se colgó por primera vez el acordeón.

La inclinación por las fusiones propias del Sur seguirían con «Congelo el tiempo», y todavía navegarían hacia territorios más meridionales con «Creo en ti», una de esas composiciones de pop sostenido por cierta fusión progresiva que potenció el cambio de la batería por la darbuka en manos del percusionista Jefferson.

La querencia de Susu por las composiciones con sabor de canción de corro, de infancia añorada, de ingenua sensibilidad, llegó con «Muñequita rota», de su anterior «...en la arena», que la cantante comenzó en tono recitativo y acabó como quien entona una nana sentada al borde del escenario. Interrumpido el sueño por los acordes de «Me muero de ganas» y después de presentar a su gente del equipo técnico, Susu confesó sus deseos de cambiar el mundo en «Quién pudiera», un lamento planetario que la llevó otra vez a coger el acordeón y a jugar con su voz en un pop melismático arropado en ocasiones por los coros de Shuarma.

Para entonces el otro guitarrista, Dani Figueras, ya se había recorrido varias veces el mástil, entregado a un incansable, ágil y gozoso punteo para aupar con electricidad las canciones de «La media luna». De nuevo Susu volvió a recogerse en la intimidad de una canción como «Calle Sant Gabriel», para volver a cambiar el paso al momento, dando una lección de ritmo con «una rumbita». Era «...en la arena», y la cantante aprovechó para bailarse el escenario. La tónica continuó con la siguiente, «Otra vez», mucho más funky que en el disco y oportunidad para que el bajista Mikel Vázquez se luciera con el «slap».

Un nuevo repaso a «...en la arena» pasó por un «Sentir» muy agitado y se paró en bonitas palabras de amor escritas por Shakespeare y dedicadas a Shuarma en «¡Oh, Romeo!», con un bajo tumbado y recitados en inglés.

«Barquito en la arena» fue la despedida antes de que los bises devolvieran a «La media luna» al escenario con «Sola», de Ray Heredia, y «el mar de la tranquilidad», hipnótica despedida en la que volvieron a resonar las notas del acordeón haciendo un guiño a la melodía de «Calma».