Lo peor que le puede pasar a cualquier comprador de juegos es comprobar que lo que se ha adquirido no responde a las expectativas que tenía. Se te viene el mundo encima, porque te has gastado una pasta en el producto, llegas a casa ilusionado como un perro y entonces la decepción te consume ante lo que ves y se te viene el mundo encima. Es lo que puede ocurriros con Dynasty Warriors 6, la irrupción de la saga en la consola de nueva generación de Sony. Sinceramente, creo que las mejoras técnicas, pocas, que he visto en este título respecto a sus anteriores entregas responden más a mi recién adquirida pantalla de plasma que al videojuego en sí. Y eso que sus creadores presumen de haber recurrido a un nuevo motor gráfico. ¿Qué han hecho con él? Porque digo yo que lo menos que podemos exigir a la hora de que un título aterrice en una consola de nueva generación es algún tipo de salto evolutivo, un lógico valor añadido que no renuncie a la esencia. Pero tomaduras de pelo, las justas.

Y lo dice alguien que siempre se lo ha pasado pipa con las entregas de Dynasty Warriors en PS2, una saga con tintes novelescos que te lleva a la China de hace dos mil años, con sus luchas entre dinastías. A partir de ahí, la acción es frenética y te castigas el dedo contra los botones en medio de cientos de enemigos, fulminándolos, con una música guitarrera que, aunque descontextualizada, te ayuda a descargar más adrenalina. En Dynasty Warriors 6 volvemos a encontrar exactamente lo mismo. No hay avances significativos y el juego ni siquiera ofrece la posibilidad de jugar en red contra otros adversarios. Tiene bemoles la cosa. Un modo «musou», con una campaña personal de nuestro personaje, otro «libre» en el que podremos elegir escenario, y el «desafío», completan en líneas generales las tres alternativas de juego.