Oviedo, Eduardo GALÁN

La carrera de Lars von Trier nunca termina de reinventarse. La prueba definitiva se estrena este fin de semana dentro del ciclo «Palladium», organizado por el Ayuntamiento de Oviedo y los cines Yelmo Cineplex Los Prados. Desde los tiempos de la trilogía de Europa (1984-91), Von Trier ha pasado por experimentos estilísticos («Dogma»), musicales («Bailando en la oscuridad»), teatrales («Dogville»)? hasta llegar a su última vuelta de tuerca: la comedia «El jefe de todo esto» (2006).

En la compañía IT no existe una cabeza visible. Oficialmente, el dueño está en Estados Unidos y allí toma las decisiones corporativas. La realidad es bien distinta; el verdadero jefe de todo eso se encuentra en el edificio de la empresa, encubierto bajo una identidad falsa tras la que poder observar a sus trabajadores. El gran problema aparece cuando una empresa islandesa decide comprar IT: ¿quién va a negociar con ellos? Muy fácil, sólo se necesita a un actor que haga el papel de director general.

Reafirmando su carácter de rareza dentro de la filmografía del cineasta danés, «El jefe de todo esto» se rodó abandonando el «Dogma» y siguiendo las reglas de la «Automavision». El propio Von Trier las describe: «Una vez que el director de fotografía ha escogido la mejor posición posible para colocar la cámara en una toma desde un punto de vista artístico, un programa informático compila una lista de correcciones aplicables: inclinación, panorámica, enfoque, apertura, posición vertical y horizontal». Y lo mismo se hace con el sonido: «El ordenador propondrá las correcciones para el sonido: filtros, niveles,... que se aplicarán cuando el ingeniero de sonido haya colocado los micros». Así sucesivamente hasta completar el metraje.

Cualquiera que no conozca a este director fóbico y perfeccionista se extrañaría con sus maquinaciones formales. Eso sí, con poco que escarbemos en su obra únicamente podremos preguntarnos una cosa: ¿será «Automavision» su último experimento?