Hoy vamos a criticar directamente Eurovisión. Así que no vamos a criticar a los que se enfadan con Chikilicuatre porque todavía piensan que «Eurovisión» es un programa musical y cuando TVE retiró el año pasado «iPop» (un informativo musical diario y posiblemente el mejor programa musical de su historia) nadie dijo nada. Ni criticaremos a quienes piensan que la tele no debía promocionar estos sucedáneos musicales cuando prácticamente todos sus programas musicales y todas sus galas se dedican precisamente a eso, ni a los que están indignados por el puesto 16 y se olvidan de que llevamos perdiendo desde 1969, ni a los que se echan las manos a la cabeza porque hicimos el ridículo al ir a Eurovisión con este representante cuando tenemos una sólida tradición de hacer el ridículo a la vuelta empeñándonos en demostrar que nuestros representantes perdieron pero son los ganadores morales.

Como vamos a criticar directamente Eurovisión, tampoco vamos a criticar a los que dicen que los humoristas no deben cantar y permiten que los cantantes cuenten chistes o se olvidan de genios de la música y el humor como «Les Luthiers», ni a los que piden renovar el Festival pero no piden a TVE que se retire como hizo Italia hace una década, ni a los que demandan más calidad musical a nuestros representantes y no se dan cuenta de que lo que nos venden es un programa de televisión con pretexto musical cuya meta es conseguir audiencia: el segundo puesto de 1995 se quedó con una cuota del 35 por ciento de audiencia, pero en 2002 Rosa arrasó con una cuota del 80 por ciento de audiencia aunque la competencia televisiva era mayor. Su séptimo puesto fue, pues, irrelevante.

Y ahora, critiquemos Eurovisión: ¿Se puede saber por qué el año pasado nos castigaron con el tostón de D´Nash y no enviaron al Neng de Castefa en su buga con «Qué pasa Neng»?

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