¡Patrick Dempsey, eres un plasta! Aunque, siendo justos, nadie podría responsabilizarte enteramente de tal condición; antes de ti estuvieron Richard Gere, Hugh Grant o Patrick Swayze. Claro, con el tiempo maduraron. Toma nota: en «Anatomía de Grey» eras un médico galansote; en «Encantada» eras un pretendiente galansote; y en el estreno de esta semana, «La boda de mi novia», eres un amigo galansote.

Poco hay que añadir a una película cuyo principal argumento es una remezcla de otras barrabasadas para público femenino: el mejor amigo de una moza salada la quiere a ella pero no se da cuenta hasta que ésta se va a casar y entonces empieza a dudar de su vida y entonces empieza a confundir sus sentimientos y entonces empieza a arrepentirse de su ajetreo poligámico y entonces se empieza a dar cuenta de que la quiere y entonces... Además, en el colmo de lo triste, esta maldición también cae sobre Sydney Pollack. Tenía que ser un metraje barato y ratonero el último de un ser humano que nos regaló maravillas como «Tootsie» o «Los tres días del cóndor» e interpretó papeles tan complicados como el Jack de «Maridos y mujeres». ¡Maldita sea, Sidney, maldita sea!