El pasado sábado, el dúo formado por el violinista David Hevia Sesma y el pianista Carlos Galán Lago se presentó -en la que suponía su primera colaboración musical- en el ciclo de conciertos «Atardeceres Musicales 2010», que organiza el Círculo Cultural de Valdediós, con el título genérico «El rumor de la música». Resulta encomiable la labor que dicha asociación cultural lleva realizando durante ya muchos años, consolidando el ciclo camerístico quizá más importante de nuestra comunidad, sobre todo en lo que se refiere a la promoción de jóvenes valores y al apoyo a la música contemporánea, manteniendo siempre con una ilusión y tenacidad que en los tiempos que corren suponen un componente heroico.

David, el benjamín de los Hevia, saga de violinistas ilustres, formada por el primogénito Aitor -alma del formidable «Cuarteto Quiroga»- y José Ramón, el padre -maestro de tantas generaciones de violinistas y también de sus propios hijos-, es un joven que lleva en sus venas la savia del talento violinístico. Su intuición sonora, arranque temperamental, fantasía y sentido del color muestran a las claras un violinista de raza, de técnica sólida y capaz que le permite asumir importantes retos interpretativos, mostrando destellos de clase que hacen intuir a un artista de largo alcance. Sería muy interesante rescatar a este violinista del destierro almeriense y que Asturias lo recuperase para la docencia.

Carlos Galán es otro producto de esa cantera inagotable de talentos que es el Conservatorio avilesino Julián Orbón, donde, a través de una labor ejemplar, por constancia e idealismo, se producen resultados inalcanzables para ninguno de los demás centros de nuestra comunidad. Su profesora, Ana Serrano, puede estar satisfecha con la evolución de su alumno, que se muestra ya como un pianista sólido en lo técnico y transparente en lo sonoro, con una pedalización cuidada y notoria claridad en la exposición articulatoria.

Como dúo, David y Carlos están comenzando su colaboración artística. La consecución de un adecuado empaste sonoro es el caballo de batalla de cualquier formación camerística, y ello lleva su tiempo. La conquista de un más amplio espacio sonoro entre los instrumentos que haga posible una mayor definición de las líneas individuales parece objetivo inmediato. De momento parecen compartir una clara predilección hacia la música netamente colorista y de expresión directa, por lo que -superadas las honduras intelectuales de la «Sonata en si menor» de Bach, música difícil donde las haya, y los problemas de equilibrio sonoro de la «Tercera Sonata» brahmsiana, donde, sin embargo, se alcanzaron algunos de los momentos cumbres del recital en lo expresivo- dieron lo mejor de sí mismos en la «Suite Popular Española» de Falla y en la sorprendente «Sonata» de Poulenc, obra predilecta de la gran Givette Neveu, y que entusiasmó al numeroso público congregado en el monasterio, que aplaudió calurosamente a los dos jóvenes artistas, respondiendo éstos con la repetición del divertimento «Soldaditos de plomo» de José M.ª Laborda.