Ya no está abierto. Los clientes ya no pueden entrar a disfrutar de una comida o de una cena pero para algunos la digestión cuando fueron a este restaurante después de la visita de Chicote fue, cuanto menos, "difícil" lo que da, al menos en parte, una idea de que no se cumplieron todas las expectativas que el programa generó en los comensales. Actualmente el local en el que hasta hace unos meses se asentaba el Mizuna, un restaurante japonés que protagonizó uno de los capítulos más extraños del Pesadilla en la Cocina de Alberto Chicote es ahora un local de tapas.

Pero ¿qué opinaban los clientes del local hasta que cerró semanas después de que la visita de Chicote? Pues que no había mejorado ni un poco. "Fuimos con unas grandes expectativas porque había sido remodelado por un conocido programa de televisión pero la persona que nos atendió no fue capaz ni de explicarnos bien qué contenían sus platos", afirmó una cliente que pasó por el establecimiento. No es la única que se quedó poco satisfecha con el trato. "Sólo había una mesa cuando fuimos y tardaron 40 minutos. Cuando llegó la comida era insípida. Las porciones eran pequeñas y todo llevaba la misma salsa. Una lástima porque las chicas eran bastante agradables", insiste otra comensal después de su experiencia. Y es que si hay algo que despierta la gentileza del público es que aseguran que, a pesar de lo malo que era el "género" las que atendían en el establecimiento eran más que amables.

"Como positivo la amabilidad del servicio. En contrapartida la comida era de difícil digestión y hasta nos sentó mal", afirma una tercera usuaria en una conocida web en la que se ofrecen opiniones sobre establecimientos de hostelería y hotelería. "Si entras con hambre sales peor", enfatiza otra en la misma línea.

Este restaurante cumple, al menos, con las estadísticas que dicen que seis de cada diez de los locales que visita el famoso cocinero acaban cerrando sus puertas por falta de clientes. Y es que a pesar de que Chicote pone todo de su parte no es suficiente. Las carencias de organización y (en no pocas ocasiones), la gran cantidad de problemas económicos que arrastran todos estos establecimientos de hostelería hacen que tengan que acabar bajando la persiana dejando tras de su un reguero de deudas que ni una visita de la televisión puede solucionar.