La repercusión del programa de Alberto Chicote en La Sexta ha sido tal en el mundo de la hostelería que varios de los dueños de restaurantes que fueron protagonistas de su programa fundaron hace meses una asociación de "víctimas" de Pesadilla en la Cocina. Estos hosteleros aseguran que en el programa todo se exageraba y que en ningún caso se daba una imagen real de lo que pasaba en el interior de los locales que iban tan mal que tenían que llamar a la televisión para intentar rescatar sus negocios. Sea como fuere dicen los hosteleros que siete de cada diez de los negocios visitados por este chef que presenta uno de los formatos más vistos de la televisión en España acaban cerrando sus puertas.

El sistema de trabajo de Chicote es siempre el mismo. El chef ofrece un discurso moralista a los hosteleros a los que en teoría va a ayudar. Además su equipo decora de nuevo el bar o el restaurante en el que además se impone una nueva carta. Y ahí es cuando viene en teoría la buena temporada para los hosteleros, que notan el llamado Efecto Chicote. La publicidad que les da la televisión hacen que se llenen sus mesas con gente que quiere ver en persona a quienes conoció a través de la pequeña pantalla.

Sin embargo el tiempo, a veces excesivo, que pasa entre que se graba el programa y se emite hacen que muchas veces los negocios no lleguen ni tan siquiera abiertos al momento de la emisión de este formato. Es lo que le sucedió a los dueños de la sidrería La Habana de Gijón. Fueron los protagonistas del antepenúltimo capítulo de la séptima y última por el momento temporada de Pesadilla en la Cocina, pero ya están cerrados.

A pesar de que el negocio acabó cerrando sus puertas lo cierto es que las opiniones de los clientes que se podían leer en los foros de internet sobre hostelería no eran de todo negativas. Más bien al contrario.

"Es una comida rica en un ambiente agradable, la sopa de marisco estaba riquísima y el solomillo al vino de muerte", sentenciaba por ejemplo una de las últimas clientas que visitó el local antes de que primero cambiara de nombre y luego acabara finalmente teniendo que cerrar sus puertas al no poder asumir la situación tanto económica como personal a la que se había llegado en el establecimiento. Y eso que tener tan buenas opiniones no es normal en los bares que visita Chicote, que suelen estar llenos de críticas.