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Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: ese modo infame de escupir de Celia Villalobos

Celia Villalobos, en 'Todo es mentira'.

Discurría con cierta placidez la tarde, dentro de lo que cabe, y de pronto me encontré en ‘Todo es mentira’ (cadena Cuatro) un primer plano de Celia Villalobos escupiendo bilis por los labios. Se estaba encarando, en la distancia, contra Pablo Iglesias. Me parece muy bien. Toda persona, sea política o criatura trashumante, tiene derecho a discutir, rebatir, confrontar, las ideas del contrario. Pero la señora Villalobos metió también a los hijos del señor Iglesias en su enjuague salivar, esos niños pequeñitos que nacieron delicados y que cuentan ahora con apenas 4 años de edad. "¿Y los niños? ¿Están bien los niños? Si hace falta voy y te echo una mano para cuidártelos, que tu mujer te hace muy poquito caso", aullaba Villalobos causando en el plató un regocijo general. ¡Ah! Cuanta infamia. Usar a los niños en un discurso emponzoñado es una de las bajezas más grandes. No estoy aquí defendiendo a Pablo Iglesias. No necesita mi defensa. Estoy intentando defender un oficio, una profesión, un modo de hacer televisión que no sea repugnante. Nadie le reprochó en aquel plató a Celia Villalobos tanta mezquindad. Todo lo contrario, le reían ‘la gracia’. Permítame la señora Villalobos que le mande desde aquí un consejo con buena intención, y gratis: la próxima vez que vuelva a la tele, procure llegar escupida de casa.

JOAN QUINTANILLA, el alma que lleva acompañando a Julia Otero en el control de Onda Cero desde hace tantos años, me llamó ayer por la noche y me lanzó una pincelada: "No te pierdas el programa de La 2 ‘Caminos del flamenco’". Lo acabo de ver. He disfrutado. Miguel Poveda y Soleá Morente caminaban por la vera del Guadalquivir y a la altura del puente de Triana se encontraron con Remedios Amaya. Estaba allí parada, acompañada de guitarra, caja, y palmas, y se arrancó con aquella bulería tan castiza: "Lo nuestro no tiene nombre / son las cositas que pasan entre una mujer / y un hombre" ¡Ah! Los palos del ‘cante jondo’ tienen versos que, en su aparente ingenuidad, por dentro calan. En el Palacio de Dueñas, Pedro ‘El Granaíno’ le regaló a Soleá aquel fandango de su padre titulado ‘Decadencia’. Y le dijo al acabar: "Yo no canto por cantar, canto porque es la forma más hermosa de rezar". En mi casa no somos de rezos, pero vista la enorme calidad de este programa, llevamos desde ayer rezando sin parar.

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