Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Los ojos de Nur
Ferran Monegal
Todos los informativos han coincidido: el rescate de la niña Nur, atrapada, pero felizmente viva, bajo toneladas de cemento y hormigón de un edificio de la localidad siria de Jindires, ha sido la imagen, el resumen de esta tragedia que en forma de terremoto ha devastado Turquía y Siria.
Los ojos de Nur nos miraban a través de la pantalla. No sabemos lo que debía pensar en ese momento esta niña. Sabemos lo que piensa la tele eligiendo ese instante: conseguir un impacto emocional y elevarlo a categoría. Sinceramente, en esta ocasión no se lo reprocho. Creo en la buena intención de esta elección. Y sobre todo creo en la utilidad y la potencia de este rescate de Nur como síntesis de una brizna de esperanza ante una hecatombe terrible.
Toda tragedia enfocada por la tele adquiere dimensiónes de impacto anímico si hay niños. El 2 de septiembre de 2015 en una playa de las costas de Turquía, tendido en la orilla, apareció el cuerpo de un niño. Se llamaba Aylan. También era sirio, de origen kurdo. Tenía tres años de edad. Aquella imagen televisiva dio la vuelta al mundo. Murió Aylan, y murió su hermanito mayor, de cinco años, Galip, y murió su madre Rehan. Huían, en un bote, de la guerra Siria. Aylan, tendido en el suave vaivén de las olas en la orilla, fue un golpe televisivo que nos impactó en el corazón, y en el cerebro, de todoslos televidentes.
Pero no siempre la tele ha sabido tratar con respeto, con sensibilidad, con delicadeza, a los niños inmersos en una tragedia. El 13 de noviembre de 1985, Omayra, una niña de trece años de edad quedó atrapada en una ciénaga, un enorme socavón de agua y lodo producido tras la erupción del volcán colombiano Nevado del Ruiz. Solo le sobresalía la cabeza. El resto de su cuerpo estaba hundido. Y estuvo así tres días. Murió. La tele trató a Omayra de forma reprochable y vil. Mantuvieron su agonía en pantalla, enfocando su cabeza constantemente durante los tres días, recreándose en primeros planos que mostraban cómo iba subiendo lentamente el agua, hasta que le cubrió la boca y la nariz. Aquello fue un ejercicio televisivo muy indigno, muy canalla, muy mezquino.
En Vitoria vive una notable escritora, Toti Martínez de Lezea, autora de una delicada y divertida colección de aventuras protagonizadas por una niña que también se llama Nur. Los ojos de la niña Nur rescatada en Siria quizá los lean algún día.
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