Una joven relata la surrealista experiencia que tuvo trabajando en un hotel de lujo en Suiza: "Nadie sabía que estaba allí"

Lo que parecía un trabajo de botones terminó siendo una vivencia para olvidar

Una joven relata la surrealista experiencia que tuvo trabajando en un hotel de lujo en Suiza: "Nadie sabía que estaba allí"

Una joven relata la surrealista experiencia que tuvo trabajando en un hotel de lujo en Suiza: "Nadie sabía que estaba allí" / Freepik

Cuando @honolalab llegó a Suiza con su pareja, ella tenía una carrera, experiencia en prácticas y muchas ganas de trabajar. Lo que no imaginaba era que acabaría en un hotel de cinco estrellas, realizando tareas que nadie le había asignado, en un empleo donde prácticamente nadie sabía que estaba allí.

Un trabajo que no era lo que parecía

Apuntarse a una temporera, una agencia que asigna trabajos temporales, parecía una buena idea. “Te vas a un hotel de cinco estrellas a hacer de porter service”, le dijeron. Y claro, pensó que sería botones, trasladando equipaje de los clientes con el uniforme impecable que se espera en esos lugares de lujo.

El primer problema llegó al intentar entrar: la puerta del servicio estaba cerrada y necesitaba un código que no tenía. Un cocinero la ayudó a pasar, pero ahí comenzó la confusión. “Voy a ser botones”, le explicó. “No creo que vayas a ser botones aquí”, le respondieron con incredulidad.

La manager de housekeeping no la esperaba y le explicó que en ese hotel, los clientes se sienten incómodos si una mujer lleva sus maletas. Así que, en vez de botones, le asignaron otra tarea: transportar toallas.

Un empleo sin empleo

El trabajo de las toallas, aunque sencillo, tenía un gran inconveniente: en dos horas estaba todo hecho. ¿Y el resto de la jornada? No había tareas claras para ella.

Intentó pedir más trabajo, pero cada encargo parecía una improvisación: vaciar papeleras, ayudar en la tintorería plegando trapos… No la necesitaban, ni la esperaban.

Para llenar las horas, empezó a hacer las tareas más despacio, pasearse por el hotel, admirar las vistas desde el gimnasio y, de vez en cuando, descansar en el baño con el móvil.

Pero la sensación de inutilidad la llevó a pedir más responsabilidad. Quiso probar ayudando en la limpieza de habitaciones, pero le dijeron que era un trabajo cronometrado y requería habilidades específicas.

Aun así, la emparejaron con una mujer de Sri Lanka que trabajaba con una velocidad impresionante. Su tarea era mínima: limpiar espejos, colocar toallas… hasta que le tocó la experiencia más impactante.

El lujo que no lo es tanto

Una de las habitaciones en las que entraron costaba 1.000 euros por noche y había alojado a Sharon Stone durante un festival de cine en Zúrich. Pero la realidad distaba mucho del glamour.

Al abrir la puerta, un olor intenso a cachimba impregnaba la estancia. En la bañera había pelos y restos de suciedad, y la colcha y las cortinas estaban impregnadas del hedor.

"Esto hay que avisarlo a la manager", sugirió.

Pero la respuesta fue clara: “Aquí pagan un dineral, hacen lo que quieren”.

Nada fue lavado. Las cortinas, los cojines y la colcha quedaron tal cual. "Si a mí me cobraran 1.000 euros por esta habitación, no me querría quedar", pensó. Y desde entonces, las camas de hotel le dieron asco.

Un final sin despedida

Como si todo esto no fuera suficiente, la temporera se olvidó de su existencia y dejó de pagarle unos 200 euros por su trabajo en el hotel. Nadie notó su ausencia, nadie preguntó por ella. Simplemente desapareció del puesto como si nunca hubiera estado ahí y la mandaron a otro trabajo.

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