-¿Para hacer bien el amor hay que ir al Sur?

-Era una canción mía.

-De las de más éxito.

-Los buenos estamos al Sur de algo. España, al Sur de Europa; Latinoamérica, ya ve... Y en el Sur somos más calientes... Con el sexo. Y, además, mejor el Sur que el Polo Norte, ¿no le parece?

Manolo Díaz (Oviedo, 1941) se intentó jubilar hace unos años por primera vez, pero le resultó imposible. Regresó a la vida laboral entre loas y alharacas. Ahora, después de su tiempo como alto ejecutivo de EMI, ha prometido descansar. Pasa estos días en su casa de Luanco, en el barrio de La Canal. «Los veranos a partir de ahora serán más asturianos», asegura. Dice que lo mejor es pasear por el pueblo, calzarse las playeras y recorrer la costa caminando con sus hermanos. A ello llega tras mil años de ritmos desenfrenados y después de haber conocido todos los rincones de la escena musical.

-¿Y los chicos con las chicas ahora, con la ley de matrimonios entre homosexuales, deben estar?

-No sé si escribiría una canción como esa que menciona. Ni siquiera la adaptaría. Resulta que había una letanía en mi época que decía que los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Había, de hecho, colegios masculinos y femeninos... Para ir en contra de todo ello salió «Los chicos con las chicas». Quizá, si tuviera que ponerme a escribir algo parecido diría los amigos con los amigos. Así, como en genérico.

-¿Está o no está jubilado?

-En realidad la situación laboral es sencilla: se me ha acabado el contrato que tenía con EMI.

-¿No renovó?

-Resulta que tengo que tomarme la vida con más calma. Desde 1977 estoy en posiciones de alta responsabilidad en corporaciones de ocio internacionales... y mantenerse sin ser americano es, realmente, duro. No soy una persona de mucho talento, así que he tenido que suplirlo con esfuerzo y eso resulta agotador; treinta años al pie del cañón te machacan y empiezan las goteras. Además ves a los amigos que se ponen enfermos y te preguntas si estás haciendo lo que debes...

-¿Y lo estaba haciendo?

-Después de todo este tiempo en los Estados Unidos nunca he dejado de sentirme europeo. Lo que quiero decir es que nunca he dejado de pensar que hay que trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Verá, en 2001 era presidente de Universal para América Latina. Se me había acabado el contrato...

-... Como ahora.

-Sí, como ahora. Entonces decido no renovarlo, pese al dinero, pese al éxito.

-¿Y qué pasó?

-Universal fue comprada por Vivendi; una compañía dedicada al embotellamiento de aguas e, incluso, la depuración de aguas fecales. Yo me pregunté, ¿qué tenía que ver eso con la música? Bueno, el caso es que Vivendi vio la oportunidad -iba a decir la desgracia- de convivir con el genio, los artistas... El dueño de todo aquello, Monsieur Monsieur, me citó en Orlando, en Florida con el fin de explorar nuevos campos para el negocio. Fui a la cita con la mejor de las fes. Me dijo el nuevo dueño que debíamos sinergias -dijo eso, «sinergias»- pero yo pensé en qué sinergias podía haber entre las aguas fecales y la música. Con buena fe escuché las chorradas que me decía el señor Monsieur y concluí que había comprado la empresa para hacerse fotos con los artistas... Terminó proponiéndome una renovación del contrato por cinco años más, pero dije que no, que me retiraba.

-Una jubilación histórica.

-Desde luego que sí. Había en la cena como mil invitados, en el Mandarin Hotel, el más caro de Miami. Presentaron un vídeo que era divertidísimo. Después me fui a Londres y cené con los presidentes de la compañía en Europa. En ese sentido fue un retiro que hizo época.

-Pero fue una jubilación como de mentira.

-Fundé una consultoría, Mad Music -en inglés, loco, pero en castellano, las iniciales de mi nombre, Manuel Ángel Díaz-. Era para llevar a cabo algunos proyectos pequeños, cosas que me pudieran divertir. Algunos artistas me pidieron que renegociara sus contratos con sus compañías... Bueno, en esas estaba cuando nació la Academia Latina de las Ciencias y las Artes de la Grabación que emulaba a la americana. Me eligieron miembro del consejo de dirección y luego presidente. Eso me mantuvo ocupado...

-Y así no hay manera de jubilarse.

-No hacía más que complicarme la vida. Había que torear las tensiones políticas entre las dos academias porque ellos, los americanos, eran los propietarios de la marca Grammy. Nosotros éramos como una ONG, es decir, una corporación sin ánimo de lucro. El dinero que hacíamos se reinvertía. En este lío estaba cuando el presidente Bush decide invadir Iraq.

-¿Y qué vínculos guarda Bush con su carrera?

-No podría mostrarme más en desacuerdo con medidas como la de no permitir a los inspectores terminar su trabajo. ¿Y qué era aquello de un ataque preventivo? El principio del fin del equilibrio... Las guerras se empezaban si eras atacado. Mi mujer es norteamericana, pero demócrata. Estábamos a disgusto en aquellos días.

-¿Qué le parece la presidencia de George Bush?

-Si no es el presidente más singular de los Estados Unidos, desde luego es el más flojo de cuantos ha tenido ese país.

-¿Y qué opina de la primera medida de Zapatero, es decir, la retirada de los soldados de Irak?

-Me pareció fantástico. ¿Qué pintábamos allí si nos había llevado una banda de amigos de Bush?

-Estábamos en que pensaba en la vuelta.

-Sí, en eso, en pensar en dónde vivir. Alan Levy, el presidente mundial de EMI, me telefoneó entonces. Me preguntó si podía desayunar con él a la mañana siguiente. Me dijo que me necesitaba en España y en Portugal. Fue un esfuerzo no preguntarle cuánto me iba a costar, en lugar de cuánto me iba a pagar. Bueno, el caso es que quedamos de acuerdo. Dimití de la presidencia de la Academia, aunque me mantuve como consejero. Y me incorporé a EMI.

-¿Y qué le llevó a decidirse por un tiempo sabático?

-En marzo de 2007 se me acababa el contrato con EMI, el de la dirección de España y Portugal. El uno de abril me dicen que comienzo como consultor del presidente mundial y digo que sí, porque me resultaba bastante fácil. Pensaba que de cuando en cuando me iban a pedir consejo sobre esto o aquello.

-Pero...

-Bueno, me mandaron el billete y cenamos. Entonces supe que iban a cesar al presidente de EMI para América Latina y me pedía que durante seis meses me quedara con el puesto. Resulta que pasaron esos seis meses y después tres más y después tres más y tres más, y al final llevaba quince de forma provisional. Eso se acabó el pasado treinta de junio. No quise prolongar mi compromiso, por mi familia, por mis hijos, por los asuntos que tenía pendientes... así que opté por un un tiempo sabático, por dedicarme a la reflexión.

-¿Y qué reflexiona?

-Quiero vivir, quiero ser feliz... Pese a todo he recibido ofertas que no quiero escuchar. He decidido pasar el otoño y la primavera en Madrid, el verano en Miami y el verano en Asturias. Soy un poco gitano, me gusta vivir un poco en todas las partes.

-Pero Asturias marca, ¿no?

-Desde luego. Mi padre era de Avilés, de la calle de Rui Pérez, de la manzana de los Álvarez que, según vi, está de obras. Mi madre, de Oviedo, donde yo nací. Y el resto de mi familia venía de Gijón. Tengo recuerdos maravillosos de los veranos avilesinos y gijoneses.

-¿Sabe? En Ebay se subastan alguno de sus discos.

-¿Ah, sí? He subastado en internet algunas cosas, hasta un coche... pero nunca me dio por buscar mis discos. Y eso que me faltan algunos de mi propia colección.

-¿Es una lata trabajar?

-Es otra de mis canciones, bueno, esta no, sólo era una versión de un cantautor francés. Resulta que la cantó Luis Aguilé hace años y ahora ha tenido un cierto renacimiento. Lo que le decía antes, hay que trabajar para vivir y eso es una lata. La vida es corta y efímera porque, vale, ganas dinero... ¿Y cuándo lo gastas? Hay que aprender a armonizar el tiempo del ocio con el del trabajo. Lo que he sabido es construir una cadena familiar y de amigos -los americanos la llaman «network»- que me permiten entregarme, que evitan que falle. La cadena la gobierna la familia. Tienes hijos, crecen rápido y si no estás el día de aquel partido te pierdes tantas cosas. Y yo me perdí muchos de aquellos momentos y es un precio muy alto. Trabajar para vivir, pues, nada de vivir para trabajar.

-Si echa la vista atrás, ¿cuál es su mejor producción?

-Una de Leonard Cohen, el disco que contiene un tema perfecto «Take this waltz», basado en unos versos de García Lorca.

-Con quien tanto le une.

-Ya lo conté varias veces. Resulta que en una ocasión estuvimos hablando él y yo sobre las bondades de García Lorca. Yo, como español, le expliqué su importancia, su aquel popular... Él me escuchaba con detenimiento, haciendo como que estaba muy interesado en lo que le estaba diciendo. Al final se detuvo, me miró a la cara y me preguntó: «¿Sabes cómo se llama mi hija?»

-Y le dijo que Lorca.

-Eso, que se llamaba Lorca.

-¿Y si hablamos de su tiempo como intérprete?

-Estoy muy orgulloso de mi época en «Aguaviva», que fue un grupo que tuvo un éxito europeo. Recuerdo «Poetas andaluces», sobre un texto de Alberti.

-Y «Rufo, el pescador».

-Claro. Es una de mis primeras letras. La canté yo, pero antes Massiel, que le dio mucha popularidad. Recibí el premio de la crítica en Mallorca cuando ganó Manolo Pelayo.