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Después de aparcar el coche en Pandébano, los montañeros prepararon las mochilas, entre las que iban las cuerdas y el equipo necesario para la escalada y un elemento que no podía faltar: el parapente. Con todo listo, la expedición inició el ascenso al Urriellu mientras Blanco explicaba el plan de vuelo que realizó en 1989. «Volé hasta este collado, y mis compañeros aterrizaron en el barrio de arriba de Bulnes. Fue una sensación insuperable. Habíamos hecho historia», comentaba. El recorrido hasta la vega de Urriellu continuó entre anécdotas y recuerdos a los compañeros que se quedaron en el camino.

Una vez en la vega, y después de saludar al guarda del refugio, los protagonistas de esta reunión desplegaron el parapente que llevaban en sus petates para conmemorar su hazaña. Los allí presentes no dudaron en acercarse y preguntar. «Son los primeros que volaron desde el Urriellu», respondía Nacho Bulnes a unos escaladores. Y mientras la vela se hinchaba por el viento, José Luis Bernal, «Cheluí», apuntaba otro de los secretos de aquel descenso. «Creo que fue Anselmo Menéndez el que voló con una piedra dentro del parapente. Se le debió meter en la vela cuando despegábamos», decía entre las risas de los demás.

El sábado, la jornada concluyó con una cena regada con vino en la que no faltaron los recuerdo. Más allá de las bermudas estampadas o de las melenas al viento que lucían los protagonistas en 1989, lo que quedó claro fue que aquel primer vuelo fue toda una proeza. Sobre todo porque entonces el parapente era algo que acaba de nacer. «Era como la Prehistoria de este deporte. No había los medios de hoy en día y los equipos eran muy básicos. Ahora, con los años, te das cuenta de que lo que hicimos fue algo grande», señalaba Blanco tras un merecido brindis.

El pasado domingo por la mañana la expedición partió hacia la base del Urriellu. Igual que en su primer vuelo, la ascensión se realizó por la cara sur, después de un acercamiento de una hora de marcha. El recuerdo de hace 20 años latía a cada paso. «Hicimos hasta cinco intentos, pero tuvimos que bajar porque las condiciones no eran las apropiadas. Pero aquél día todo era perfecto. Viento norte y suave. Todo listo para un vuelo en parapente al límite donde no había escapatoria», recordaba Cheluí.

Después de una escalada vertical de casi dos horas, llegó uno de los momentos más emotivos del fin de semana. Cuando hicieron cumbre, Pepe y Cheluí se abrazaron y las lágrimas estuvieron a punto de hacer presencia. Era como si los protagonistas de esta historia revivieran aquel primer vuelo desde la cima. «Saltamos desde aquí. Tuvimos que desplegar la vela en apenas dos metros y luego quedamos suspendidos sobre 500 metros de desnivel», decía Blanco. «Para despegar, pusimos una mochila que marcaba el punto de no retorno. Pero todo salió a pedir de boca», replicaba Cheluí. Era su segunda ascensión al Urriellu después de la del primer vuelo.

Aquella mañana de finales de junio de 1989, desde lo alto del Picu volaron Pepe Blanco, José Luis Bernal, Anselmo Menéndez y Manolo Iglesias. Nacho Bulnes, que acompañó a los parapentistas junto a Agustín Muñoz durante la trepada, pudo ver con sus propios ojos cómo sus amigos hacían historia sobrevolando la zona. «Era algo mágico. Verlos alzar el vuelo fue toda una experiencia. Y la verdad es que cuando estaban en el aire, sí que me quedé con ganas de bajar volando, explicaba este montañero durante el 20.º aniversario.

Después de descender del Urriellu, esta vez rapelando en vez de volando, los protagonistas de esta historia cerraron el fin de semana cenando y brindando por el primer despegue desde el Naranjo de Bulnes. El mismo vuelo que hizo poner sus nombres entre los más míticos de esta montaña tan impresionante como totémica.

Desde aquel primer vuelo, se consiguió despegar en un par de ocasiones más. Y los parapentistas no olvidan cómo un conocido programa televisivo de deporte y aventura se colgó la medalla de ser el primero en volar desde el Naranjo al omitir su hazaña. Anécdotas aparte, lo que sí es cierto es que Manolo Iglesias, Anselmo Menéndez, Pepe Blanco y José Luis Bernal hicieron historia. ¿Habrá bodas de plata con vuelo incluido?

«Tuvimos que desplegar la vela en apenas dos metros y luego quedamos suspendidos sobre 500 metros», narra Blanco

Brindis por la hazaña

La jornada en que volaron por primera vez desde el Urriellu, fue inolvidable. A las dos de la madrugada, y después de salir a trabajar, Pepe Blanco se reunió con el resto de la expedición para iniciar la subida. Cargados con petates de unos 25 kilos lograron hacer cumbre e historia. Volaron desde el Naranjo.

Pepe Blanco aterrizó después de saltar del Urriellu en el collado de Pandébano. Pero el resto de la expedición lo hizo en el pueblo de Bulnes. Allí, como relataba este fin de semana José Luis Bernal, los habitantes de esta aldea se quedaron de piedra al verlos bajar del aire como auténticos hombres-pájaros. «Cuando tocamos tierra, los paisanos se acercaron a nosotros sin dar crédito. Incluso estuvieron tocando el parapente como si fuera algo mágico. No se acababan de creer que hubiéramos bajado volando desde el Naranjo», narraba Cheluí en lo alto del Urriellu mientras explicaba su recorrido.

Y es que el parapente no dejaba de ser algo muy novedoso en 1989. De aquella, eran muy pocos los que practicaban esta modalidad de vuelo. «Éramos poco más que cuatro amigos a los que además se nos tildaba de locos», señalaba este sevillano y asturiano de adopción. Cheluí había llegado a Asturias apenas un año antes y contactó con el resto de parapentistas después de haber realizado un curso sobre vuelo.

A la dificultad de despegar en un terreno tan difícil como la cumbre del Urriellu, estos deportistas debían hacer frente a otro hándicap. Ellos eran prácticamente los primeros en hacer parapente y no tenían a ningún experto tras de ellos para guiarlos. «Ahora hay grandes expertos en esta materia, pero entonces éramos muy pocos los que nos movíamos en este mundo. Aprendimos de manera autodidacta y fuimos ganando experiencia con los vuelos», confesaba Bernal. Veinte años después, hay más información sobre el parapente y los equipos de vuelo no son tan arcaicos ni tan pesados. Aun así, Cheluí también se lo piensa cuando le preguntan si volvería a saltar desde el Urriellu. Luego, responde: «Si se puede...».

Para Pepe Blanco, el parapente es un deporte que lo ha sido todo para él. Aparte del «increíble» vuelo desde lo alto del Urriellu, este deportista ha efectuado otros saltos desde montañas tan señeras el Jultayo, Peña Ubiña o el Mont Blanc. Pero más allá de la sensación de bajar de estos picos como si fuera un auténtico pájaro, lo que más valora Blanco es todo lo que este deporte le ha dado. «Gracias al parapente he vivido momentos únicos y he conocido a personas muy interesantes. Este deporte ha sido todo para mí y me ha reportado los momentos más inolvidables de mi vida», comenta.

Este avilesino sigue practicando deporte a pesar de sus problemas físicos. Hace unos años tuvo un accidente que le dejó secuelas en sus extremidades inferiores. Sin embargo, esta minusvalía no ha sido un impedimento para que Blanco siga adelante con sus proyectos.

El pasado fin de semana, no sólo recordó su vuelo desde el Naranjo, uno de los que mejor recuerdo guarda, también dio una lección de tesón, esfuerzo y agallas. Con unos bastones especiales logró hacer cumbre. Al final de la jornada Blanco estaba exhausto, pero el esfuerzo mereció la pena.