Gijón, Elías GALLEGO

Esta es una semana especial para Ambrosio Loinaz. Alejado de su Pamplona natal, este pescadero de 46 años celebra los Sanfermines desde la distancia. En concreto, los celebra desde su pescadería de la gijonesa calle Conde de Guadalhorce, a sólo unos metros de la estatua del prócer Jovellanos.

Ataviado con un pañuelo rojo y con una imagen de San Fermín colgada en la pared de su comercio, Loinaz atiende con la alegría propia de estas fiestas a sus clientes.

La rutina de estos días es la que sigue: se levanta a las cuatro de la mañana y pasadas las cinco, con toda la mercancía ya colocada, empieza a despachar clientes hasta las dos y media de la tarde; salvo un respiro. A eso de las ocho menos cinco cierra el negocio quince minutos y corre hacia el bar de al lado para disfrutar de los encierros pamploneses.

«Antes, cuando sólo era un empleado, pedía vacaciones para poder vivirlos en directo. Ahora que soy el dueño no puedo permitírmelo», comenta desencantado.

Loinaz lleva más de 30 años en Gijón y desde que es su propio jefe guarda la tradición de despachar con el famoso pañuelo puesto. Sus clientes más habituales confiesan que les alegra la mañana. «¡Gora San Fermín!», le dicen algunos nada más entrar.

«Mañana, sábado, cuando cierre, intentaré hacer una escapada para al menos poder pasar allí el domingo y disfrutar la fiesta», dice mientras atiende a una clienta. Loinaz rememora con añoranza los tiempos en los que llegó a tener hasta cinco empleados a su cargo, ahora con la crisis, él tiene que encargarse de todo el negocio. Aun así, este pescadero es un ejemplo de optimismo y alegría en tiempos difíciles. «En invierno piensas que en verano todo irá mejor. Luego, en verano, te resignas y esperas de nuevo el invierno. Menos mal que tengo los Sanfermines», suspira. Y que duren muchos años.

A eso de las ocho menos cinco, Loinaz cierra el negocio 15 minutos y corre al bar de al lado a disfrutar de los encierros