Gijón, J. MORÁN

El escritor Alonso Cueto Caballero (Lima, Perú, 1954) reivindicó ayer una distribución más fluida de la novela latinoamericana hacia otros países porque «la literatura empezó el día que la serpiente entró en el Paraíso, y las historias siempre vienen del mal, de los problemas, de los obstáculos, de la dificultad de desajuste de alguien con el mundo».

Tal esencia literaria universal vendría a contradecir las restricciones mentales hacia las obras foráneas, que se verifica «cuando uno dice que una novela es muy chilena, o muy argentina, o muy mexicana». Sin embargo, «también Dostoievski es demasiado ruso, o "El Quijote" demasiado español, o Faulkner demasiado del sur de EE UU». Por tanto, «¿a quién le va a interesar un escritor que habla del sur de Estados Unidos, donde hay gente que pelea, y hay violaciones, y caminos de polvo, y caballos? Y, sin embargo, ¿qué gran escritor no representa el mundo que tiene cerca? Alonso Cueto, presente ayer en la «Semana negra», describió cómo «la América Latina es un continente especialmente proclive a los conflictos, a las diferencias, a la violencia». En consecuencia, «es un privilegio ser un escritor peruano y latinoamericano, de países hechos por las brechas, las contradicciones, las diferencias, porque no hay novela que no parta de los conflictos».

En el caso particular de Perú, «los ejemplos de su historia política contemporánea, la dictadura de Fujimori y Montesinos o la guerra de Sendero Luminoso han servido para contar historias».

Alonso Cueto expuso el caso de su novela «La hora azul» (2005), para cuya composición «viajé varias veces a Ayacucho, y todas las personas allí tenían historia que contar, de desaparecidos, de muertos, de violaciones, de torturados... Cada persona tenía historias infinitas, tras una guerra como la de Ayacucho». El escritor peruano es también autor de obras como «El susurro de la mujer ballena» (2007) o «El vuelo de la ceniza» (1995).