Gijón, Pablo TUÑÓN

La costa es parte esencial en la historia de Gijón. En sus aguas se bañó hasta la mismísima Isabel II, que en 1858 se construyó una caseta de baño para mojarse con fines terapéuticos en la antigua playa de Pando. Precisamente, no muy lejos de donde se situaba ese extinto arenal, comienza la primera parte de esta senda costera.

El Acuario de Poniente es el punto de partida de este primer tramo eminentemente urbano, de cinco kilómetros, que da la posibilidad de realizar numerosas paradas para admirar el paisaje urbanístico o echar un vistazo a las atracciones que salpican el trayecto, como el propio acuario.

El camino a lo largo de Poniente y del anexo Puerto Deportivo permite conocer una importante zona de ocio gijonesa. A partir de las exóticas palmeras de los Jardines de la Reina la ruta bordea yates y veleros hacia Cimavilla. Justo antes de entrar en este tradicional barrio de pescadores, merece la pena pararse a explorar la plaza del Marqués, donde una escultura de don Pelayo eleva la Cruz de la Victoria al cielo.

Tras pasar la antigua rula, se llega al muelle de Santa Catalina. Este punto era el centro de la actividad comercial marítima de la ciudad, que más tarde se desplazó a El Musel. Es aconsejable asomarse a «la punta Lequerica», donde se puede observar la majestuosidad del mar Cantábrico que se bate con bravura contra las rocas. A partir de aquí comienza la única ascensión de esta parte del recorrido, que llega hasta el Cerro. En este lugar, que durante años sirvió de defensa militar, se encuentra uno de los símbolos de Gijón: el «Elogio del horizonte», de Eduardo Chillida. La panorámica desde aquí supera los límites del concejo gijonés.

Terminado el descenso desde el cerro, se llega al Campo Valdés y se abre a la vista del caminante la bahía de San Lorenzo y su popular paseo del Muro. Al mínimo rayo de sol que se cuela entre las nubes la gente concurre a lo largo de él. «Éste es el paseo de Gijón por excelencia», afirma el gijonés Ricardo Fernández. «Es largo, cómodo y agradable», puntualiza su mujer, Leonor Morillo. Todos los días salen juntos a caminar desde Poniente y recorren toda la playa.

Cruzado el puente del Piles, los edificios altos van dando paso a las viviendas unifamiliares: así se llega al Rinconín. Allí, donde la escultura de «La madre del emigrante» alza el brazo hacia el horizonte, comienza la segunda parte de la senda costera, de nueve kilómetros de largo. Para recorrerla es aconsejable utilizar calzado cómodo ya que se va a transitar por zonas no asfaltadas.

El paisaje agreste sustituye entonces al urbano. «Es una ruta entretenida, hay cuestas pero no son difíciles», señala Eliseo José Sendín, frecuente senderista de este camino. Tras salir del Rinconín la ruta pasa por verdes praderas y termina por ascender hacia una casa que fue residencia de la escritora y pensadora Rosario de Acuña. El camino sigue bordeando el litoral, ofreciendo las vistas de los acantilados gijoneses, y tras superar la playa de Peñarrubia se llega al parque del Cabo San Lorenzo. Es aconsejable descender hasta el mirador situado en el parque para admirar una excepcional panorámica marina y del concejo. La senda costera continúa sorteando el vértigo. «Aquí estaría bien que reforzasen alguna barandilla y cortasen maleza de algunas zonas», reclama Eliseo José Sendín.

El trayecto sigue bordeando las playas de Serín, la Cagonera y Estaño para llegar finalmente a La Ñora, playa límite entre Gijón y Villaviciosa. Todas ellas ofrecen un excelente paraje junto al Cantábrico. Fernando Muñiz, habitual excursionista de esta senda, hace una genial recomendación : «Lo mejor es salir por la mañana, llevarse un bocadillo, llegar a La Ñora, pegarte un baño, comer y volver».

«Lo mejor es llevarse un bocadillo, llegar a La Ñora, pegarse un chapuzón y volver», recomienda un habitual de la ruta

Características

La senda consta de dos tramos, de cinco kilómetros el primero y nueve el segundo, salpicados de esculturas como «Nordeste» en Cimavilla, «Elogio del horizonte», «Sombras de Luz», «Madre del emigrante», «Solidaridad», el «Monumento a las víctimas del Holocausto», «Cantu los díes fuxíos» en el Cervigón, una porción del «Castillo de Salas» en el parque Rubio Camín, o «El homenaje a Galileo Galilei».