Oviedo, María José IGLESIAS

Érase una vez una niña chilena que creció asistiendo a romerías familiares en la casa de sus abuelos paternos, en Valparaíso (Chile). La pequeña se quedaba extasiada ante los bailes y cánticos heredados de la otra orilla del Atlántico. Los años pasaron y su amor por Asturias y lo asturiano crecieron. Era casi inevitable. Será tal vez porque esa joven, hoy con 22 años, se llama Constanza Belén Prida Villalobos y puede poner en el carné de identidad que es tataranieta del gaitero de Lliberdón, el que tocaba y cantaba a la vez, toda una celebridad de finales del siglo XIX y principios del XX.

Ahora Constanza -a la que todos llaman Cony- hace el camino de vuelta. Su antepasado triunfó en América. Ella acaba de graduarse como profesora de gaita en la escuela de Asturianía, organizada por el Consejo de Comunidades Asturianas, presidido por Manuel Fernández de la Cera, a la que ha acudido a lo largo de tres veranos.

Se siente orgullosa del título que la capacita para enseñar los secretos de la gaita a otros que, como ella, no quieren perder sus raíces a causa de la distancia. Porque en Valparaiso la gaita es un instrumento bastante exótico. «No somos muchos asturianos, pero al Centro Asturiano vienen otros que enseguida se hacen de adopción».

Cuando se trata de gaita, nada se le pone por delante a Cony. Estudia Fonoaudiología y aún le queda tiempo para dirigir la banda del Centro Asturiano de su ciudad natal, compuesta por quince músicos y fundada por ella.

Sus abuelos eran de Colunga. Se fueron a Chile tras la Guerra Civil. Su padre, el último de cinco hijos, también fue el único que nació en Chile y el que casualmente, hace cinco años regresó a España.

Constanza ha hecho un curso universitario en Asturias. Adora su país, pero también quiere a la tierra de sus antepasados. Su pieza favorita a la gaita es la muñeira. «Es cómoda porque como todo el mundo sale a bailar nunca me quedo sola en el escenario».

La Banda de Gaitas del Centro Asturiano de Valparaíso tiene tanto éxito que incluso la solicitan para festivales y eventos públicos. Este año Constanza Prida ha regresado a la Escuela de Asturianía. Ayer pasó el día en la Universidad Laboral, con sus compañeros, a pocos kilómetros de El Musel. El mismo puerto del que partió su bisabuelo para hacer las Américas.

L a primera gaita que tuvo se la enviaron a Chile desde Asturias. El mítico gaitero puede estar bien orgulloso, porque Cony también ha transmitido la afición a su hermana Camila. Con un dulce acento chileno asegura que se siente muy orgullosa de ser asturiana. «En Valparaíso somos un grupo muy unido». Seguro que la gaita tiene parte de culpa.

Oviedo, M. J. I.

Ramón García Tuero, el gaitero de Lliberdón, murió hace 78 años en su casa de La Quintana, en Colunga, mirando el prau y completamente sólo. No quiso a nadie cerca para emprender el viaje final, sólo la gaita. Su tataranieta Constanza Prida cuenta la historia con el aplomo que aporta haber escuchado el relato una y otra vez de boca de su abuela, la nieta del músico.

Cony se siente orgullosa de su antepasado, precursor de la grabación de música asturiana y un virtuoso de la gaita. Mientras apura los últimos días en Asturias, la gaitera chilena no pierde el tiempo. Ya prepara la gala para el día de la Santina en el Centro Asturiano de Valparaíso. «Lo celebraremos el 5 de septiembre, este año queremos hacer un mercado asturiano». Tampoco faltará la fabada y la música de gaita. Cuando aterriza en Asturias le emocionan los paisajes. También le encanta la comida. «Me fascina la fabada y la tortilla». Asegura que chilenos y asturianos tienen en común «la buena onda», esa gana de participar en todo y de compartir con los demás. En otras cosas no encuentra semejanzas. «Nosotros hablamos más suave, la primera vez que oí a la gente pensé que me reñían».