Ribadesella, M. TORAÑO

Basta pararse un rato estos días en cualquiera de las zonas de acampada de Arriondas y Ribadesella para percatarse de que existe un uniforme oficial para la fiesta de las piraguas. No está escrito en ningún sitio ni se pide obligatoriamente para entrar a ninguna de las dos localidad, pero la indumentaria y los elementos que los selleros llevan adosados los diferencian de cualquier turista convencional.

Chuchu, Nieto, Jaime, Pepín, Xixo, Albertini, Yanyel y Varín tienen entre 21 y 28 años y llegaron ayer al aparcamiento de la playa riosellana de Santa Marina sobre las 10 de la mañana. Salieron pasadas las ocho de Torrelavega y es que después de unos cuantos Sellas -cinco el más veterano y dos el que menos- tienen claro que es básico madrugar para asegurarte el mejor sitio.

Al pensar en lo que nunca se olvidarían para asistir a las Piraguas, dicen al unísono que el «calimotxo» y con él los hielos y las neveras para mantener refrigeradas las bebidas. La mezcla de vino y refresco de cola es para las horas de luz y la sidra se reserva para la noche, para disfrutarla en el ajetreo de las calles centrales de la villa de Ribadesella. Tampoco puede faltar comida. El maletero llega repleto porque la compra se hace antes de salir de casa, aunque los supermercados y tiendas locales pueden sacar de cualquier apuro. «Para venir al Sella te sobran 50 euros», afirman a la vez que reconocen que las tortillas de patata y los filetes empanados están hechos por madres y abuelas que «nos quieren mucho». La necesidad de una tienda de campaña no se cuestiona. Pequeña, grande, heredada o nueva, de lo que se trata es de que dé cobijo en las (escasas) horas de sueño. El sellero de lujo se trae un colchón para la furgoneta, como alguno de los de Torrelavega que prefiere los asientos antes que el suelo de lona sobre el asfalto. Como elemento de lujo tienen un toldo que les da sombra. Más allá, en el otro extremo del estacionamiento, unos vecinos temporales instalan una especie de jaima para comer debajo todos juntos. Los modos de acampada también evolucionan.

De sus respectivos armarios sacan la «ropa de batalla» y nada de marcas que «aquí no se viene a ligar», dicen. En la indumentaria destacan además el gorro de paja de años anteriores o una visera, el bañador y la toalla porque coinciden en que lo mejor que sienta por las mañanas es meterse al agua del mar, «aunque esté muy fría». Les gusta el Sella y no se lo perderían por nada. Aseguran que lo mejor de la fiesta es el «ambiente» y disfrutar «tranquilos con los amigos». Lo único que les puede aguar la fiesta es la lluvia, como la que cayó el año pasado que fue «exagerada». Parece que esta vez volverán a casa morenos y con ganas de repetir una vez más.