Ribadesella, María TORAÑO

El sábado reinó en el Sella y el martes volvió a la obra en Sardalla. El riosellano Walter Bouzán, reciente campeón del Descenso Internacional en K2 junto al gallego Álvaro Fernández Fiuza, trabaja en la construcción, ampliando la fábrica de Galletas de La Abuela, y alterna las paladas en el agua del río con las de cemento. Aún está asimilando lo que sucedió el fin de semana. No es fácil percatarse de la magnitud de haber destronado al once veces ganador del Descenso Internacional del Sella, el cántabro Julio Martínez, que remaba con al avilesino Miguel Fernández Castañón. «Quedé por detrás de Julio cuatro años, de 1998 a 2001, y siempre llegamos segundos al sprint en la meta», relata Bouzán, quien aún no tiene muy claro qué pasó el sábado para llegar vencedores. «No vi el vídeo de la carrera todavía pero nos dicen que llevábamos un ritmo increíble y algo así debió pasar», comenta.

El triunfó se celebró por todo lo alto, de fiesta en Ribadesella hasta la mañana siguiente. ¿Para qué irse a ningún otro sitio cuando el ambiente está a la puerta de casa? Lo que pasa es que no todos los que están de movida compiten al día siguiente. Y Bouzán lo hizo el domingo en la IV Edición de la Regata Internacional «Ría de Villaviciosa», que volvió a ganar junto a Fernández Fiuza. «El año pasado, que gané en K1, también salí toda la noche a celebrarlo y el domingo, aunque no corrí en Villaviciosa, me fui de monte con un amigo y volvimos a las cuatro de la tarde», explica. Parece incombustible pero reconoce que le vino de perlas tener el lunes libre en el trabajo. Eso sí, el martes de vuelta al andamio. De ocho de la mañana a la una, parada para comer y vuelta de dos a seis y media. Sin excusas.

Tampoco hay tiempo para el descanso que por la tarde entrena. Alterna las sesiones en la ría con el «kayargómetro» -como una cinta de correr pero que simula las paladas de los piragüistas-, sobre todo en invierno si no quiere pasar frío. El último mes de entrenamiento antes del Descenso Internacional recorre la distancia entre Arriondas y Ribadesella un día sí y uno no, que el Sella «consume». Reconoce que es un privilegiado porque «con relativamente poco entrenamiento voy sacando buenos resultados».

Pero no se puede considerar poco entrenamiento una vida entera subido a la piragua. Bouzán tiene 32 años -nació el 13 de febrero de 1978- y dio sus primeras paladas con 9 ó 10 años. «Daban cursillos en el polideportivo y empezamos a venir muchos chavales juntos», recuerda y nombra a los hermanos Alberto y Fran Llera, como algunos de esos chicos jóvenes que empezaron cuando él y que sigue remando con éxitos. El colegio y el instituto los cursó en Ribadesella y después se fue a Oviedo. Es técnico superior en informática pero no quería quedarse en la capital. «Aquello no era para mí, así que aquí estoy trabajando en lo que hay que de lo mío no sale nada», asegura sin lamentos porque le encanta la villa donde nació y creció. Los años de estudio en Oviedo no abandonó el piragüismo y entrenaba en Soto de Ribera. Por lo veranos tocaba trabajar para ahorrar . Ahí fue su primer contacto con la construcción.