Boquerizo (Ribadedeva),

J. E. CIMA

José Riestra tiene 100 años cumplidos (18 de febrero de 1911) y mantiene una gran vitalidad para su edad en la ganadería que tienen en un alto de Boquerizo (Ribadedeva). Pero desde hace unos años ya no coge la bicicleta después de casi un siglo montando en ella porque no hay ni un metro de llano. Todo es cuesta arriba o bajar en esa zona de Ribadedeva, y entraña mucho peligro. Aunque por ganas no se queda atrás recordando sus tiempos de ciclista como gran escalador en las montañas del País Vasco, Cantabria o incluso en una Vuelta a España en 1936, frente al ganador Deloor y otras estrellas como Trueba, Ezquerra, Cañardo o Berrendero.

Encabeza una dinastía de ciclistas en su familia, en la están sus hijos José Ramón Riestra, de 66 años, que corrió con ex profesionales como Fuente, Casas, López Carril o Menéndez y siguió participando hasta los 42 años, y Eduardo Riestra, de 64 años, que también compitió de juveniles y aficionados con ex profesionales como González Linares, Gonzalo Aja, Barrigón. Y ahora también está el bisnieto Isaac Riestra, de 16 años, que compite en juveniles con el equipo Corbatas Pindal.

Este ganadero centenario no olvida sus tiempos de ciclista porque «se me daba muy bien el subir. En Bilbao tenía de rival a Ezquerra, aunque gané y estuve en los primeros puestos de subidas a Santo Domingo, Aránzazu y Urquiola. En Santander tenía a los hermanos Trueba, con los que me llevaba muy bien. Una vez subiendo La Montaña, en Torrelavega, iba con Fermín Trueba y le dije que tirara para adelante solo. Lo hizo, pero salté rápido a su rueda y también en el segundo intento del cántabro. Así que al probarme y sorprenderle yo, me dijo que no estaba bien y que no corría en Bilbao. Me llevó en su coche y gané en Aránzazu. Tras este triunfo me llamaron para inscribirme en la Vuelta a España».

En esa ronda de 1936 salió con mucha ilusión y brilló en las montañas de Los Leones y luego en el puerto de Béjar. José Riestra explica que «luchar con el vencedor Gustaf Deloor, junto a Fermín Trueba, Cañardo o Berrendero en los puertos fue muy bonito. Camino de Béjar nos paramos para dar la vuelta a la rueda y poner un piñón para subir. Engañamos a Deloor, que no sabía que venía un puerto, y luego le atacamos y le dejamos atrás. Pero cuando nos cogió casi nos mata del enfado que traía. Desgraciadamente, me puse enfermo y me obligaron a retirarme. Luego ya me marché a la guerra a África y acabé mi carrera ciclista con 24 años».

Su hijo José Ramón siente veneración por su padre porque «subía muy bien, pero la guerra le mató. Tenía que haber seguido corriendo cuando regresó a los 29 años, como hicieron Coppi o Bartali. Hubiera sido un ciclista importante». Su otro hijo, Eduardo, añade que «en aquellos tiempos tenía problemas de estómago y también estaba mal alimentado. Fue una pena porque muchos le recordaban por lo bien que subía y ante grandes campeones». Su bisnieto Isaac, que tenía carrera de juveniles por la tarde en Cabezón de la Sal, elogiaba al centenario porque «ya podía llegar así a esa edad. Me cuenta muchas historias de cuando era ciclista. Lo mío también es subir, pero estoy en mi primer año y busco mejorar cada día. También corre conmigo un bisnieto de Trueba, pero ése es de los que gana carreras en juveniles».

El centenario Riestra reconoce de sus hijos Mon y Eduardo «corrían bastante bien, pero hacía falta que tuvieran tanta afición como yo. También el mucho trabajo con las vacas les perjudicaba».

Boquerizo, J. E. C.

José Ramón Riestra ahora es relaciones externas internacionales de ASAJA, pero de ciclista fue un luchador nato. Aún no hace mucho fue en bicicleta a segar un prado a Palencia, con puerto por medio incluido y regreso. Esto ya indica su tenacidad. Como corredor en la década de los sesenta tenía gran amistad con Fuente, que le llevaba a correr en coche.

En una ocasión fueron a la famosa clásica de Echarri-Aranaz, donde subían cinco veces el puerto de Lizarraga. Fuente le fue a buscar a las cinco de la mañana y llegaron a las diez a Navarra, un cuarto de hora antes de la salida en un día de lluvia y con las cumbres nevadas. «Fuente me avisó de que iba a atacar, que me pusiera cerca. Arrancó puerto arriba y le salieron por detrás dos Kas y yo vigilándoles. Contraataqué y cogí a Fuente, que me mandó que tirara para adelante, que no me conocían», explica Mon.

Fue tomando tiempo entre el aguanieve y hasta pidió al público botellas de agua caliente para la próxima vuelta porque llevaba los pies congelados. «Me la dieron y me fui recuperando. Luego llegó un coche que me pitaba, en el que iba dentro retirado Fuente, que me dijo "haz lo que yo te diga que vengo a cuidar por les perres". Acabé ganando y el premio eran 10.000 pesetas de aquellas que le dejé a Fuente que las cobrara porque regresaba yo a casa y él corría luego la Vuelta a Navarra», dice.

En Francia estudió cinco años perito de agricultura y también allí corría hasta que un día regresó enfadado. José Ramón Riestra explica que «era una clásica con neoprofesionales en la Costa Azul cuando íbamos tres escapados y en una subida les dejé atrás. Iba camino del triunfo cuando unos aficionados me metieron unos palos en la rueda que me la destrozaron. Pedí otra rueda al público y nadie me la dejó. Acabé tercero. Pero al no haber sanción para los corredores dejé definitivamente Francia».

Su hermano Eduardo corrió solamente dos temporadas de juveniles y otras dos de aficionados ante grandes corredores, como González Linares, Gonzalo Aja o Barrigón. Subía bien y también esprintaba, pero le tenía pánico a Linares porque «era muy grande y fuerte y si te cogía tres metros ya no le pillabas. Tenía gran rivalidad con él. Una de mis mayores alegrías fue ganarle la carrera de su pueblo al superarle finalmente en el esprint».

Eduardo dejó la carrera de ciclista en una Vuelta al Bidasoa, donde «estábamos subiendo un puerto a tope y cerca de meta nos pasaron dos como cohetes. Fui a mi director, San Emeterio, y le pregunté cómo era posible aquello. Me indicó que tenía que ir a un médico para que me cuidara bien la salud y prepararme. Me enfadé mucho y abandoné. Regresé a casa en tren. A mi padre no le podía decir nada de eso porque la podía armar. Solamente le dije que me iba voluntario al servicio militar, que lo hice en Madrid en aviación».