Oviedo, Pablo GALLEGO

Bajo la carpa roja del circo Alegría sobrevive la estirpe de los payasos. Los hermanos Lara y Gaby Aragón, hijos del mítico Gaby, de «Los payasos de la tele», llevan ahora las riendas de un espectáculo que se resiste a morir. Frente a los videojuegos, el cine en tres dimensiones o los casi infinitos canales de televisión, la magia del arte circense lucha por tener un hueco en el imaginario de una nueva generación de españoles. «Hacer reír», dice Gaby, «es la mayor responsabilidad del mundo».

Lara y Gaby son ya la novena generación de la familia Aragón, y buscan «seguir la escuela» de los suyos, que consiste en «hacer un circo lo más natural posible», explican, mientras se pintan la cara. Siempre con la misma nariz abultada en la punta, pero no roja, que sus tíos hicieron famosa. «Ellos fueron los primeros en utilizar el color carne, integrando la nariz para que los niños más pequeños no se asustaran», rememoran. Lara, mujer payaso en un mundo tradicionalmente masculino, saca a la pista una llamativa peluca naranja. Su hermano, un traje de chaqueta muy similar al de su padre, y el mismo saxofón.

Los preparativos para la función de apertura del circo Alegría, que mañana se despide de Oviedo, comienzan horas antes de la función. Casi desde el mismo momento en que los técnicos levantan la carpa en la que será su ciudad por unos pocos días. «Un día te levantas viendo playa, otro montaña..., es divertido, pero es difícil estar lejos de los niños», reconoce Lara Aragón. Su hijo mayor, de 18 años, estudia en Madrid, mientras ella viaja con su marido y su hijo pequeño, de 11, que el próximo curso tendrá que dejar la escuela pública del circo y quedarse con su hermano. «Me tocará viajar mucho», vaticina.

De momento Gaby, Lara y la familia del circo Alegría llevan ya dos años y tres meses de viaje continuo. El circo, dicen, «es un pueblo que va a todos lados. Aquí vivimos, comemos, dormimos; hemos hecho bautizos y comuniones en el circo». Lara, ya maquillada y con el vestuario -en rojo y azul, los colores clásicos de su familia- casi a punto, se calza los zapatos de payaso en la puerta de su camión camerino. Mientras tanto su hermano comprueba que el saxofón está a punto. Para los niños, que los esperan en la carpa, «somos casi como dos muñequitos», apunta la mitad femenina de los Aragón.

Durante dos horas sus personajes -además de Pimpollo, el aprendiz, y el resto de artistas- son los dueños de un mundo en el que no existe los problemas. El circo «va bien», asegura Gaby, aunque durante el último año varios han tenido que bajar el telón para siempre. La cola de niños y padres que espera a las puertas de la taquilla anuncia que la primera función estará a media entrada.

La larga tradición circense en la que los famosos Gaby, Fofó, Miliki y Fofito marcaron un hito pervive en el espectáculo que presentan ahora Lara y Gaby. Una gran fotografía de su padre, de quien han heredado la sangre circense, preside la apertura del espectáculo. El orgullo de los Aragón les sirve para crecerse en la pista central del circo, pero también pone una gran responsabilidad sobre sus hombros. Sobre todo, con los padres que llevan a sus hijos al circo. «Los padres viene buscando lo que ellos veían, y son los que te juzgan», reconoce Lara, ya preparada para empezar el espectáculo.