Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Dicen de Candás que es la población de Europa con más olímpicos por habitante. Lo asegura la propia Familia Olímpica, quizá por haberlo leído en algún lado, u oído por boca de alguien con aspecto de saber lo que decía. La denominación no es oficial, pero hay mimbres para creer que es verdad. Cuatro olímpicos -dos de ellos medallistas y otros dos abanderados-, varios preolímpicos, tres técnicos, un árbitro y hasta un fisioterapeuta han salido de Candás camino de unos Juegos Olímpicos como los que, hoy, se inauguran en Londres. Un cartel debajo del nombre de Candás, a su entrada, reza: Villa de Olímpicos. Y si uno del pueblo va a la piscina de Antromero, que Candás comparte con Luanco, los de Gozón le dicen: ¡Ahí vienen los olímpicos!

En Candás el espíritu olímpico se vive estos días como en ningún otro rincón de Asturias. En la villa, cada cuatro años, la gente se pregunta por la calle: «¿Cuántos llevamos este año a las olimpiadas?». Este año son dos: Marcelino Torrontegui, el masajista del equipo ciclista, y Carlos Prendes, el seleccionador belga de piragüismo. Claro que no todas las veces se traen medallas para casa. Hasta ahora han sido cuatro: las tres de Herminio Menéndez, el gran líder de la manada, y una del púgil Dacal, aunque el ciclista Samuel Sánchez, que logró el oro en Pekín, les debe mucho a las cuestas de Albandi.

«Han pasado 54 años, pero el recuerdo está cristalino en mi memoria», dice el primer olímpico candasín, el piragüista Carlos Prendes. Él tiene una curiosa historia que parece formar parte de otro tiempo olímpico, sin tantas reglas pero con iguales compromisos. «La Federación conocía mis marcas, y podía haber representado a España en México-68, pero entonces vivía allí, me había casado allí, y entrenaba allí, así que participé por México», explica Prendes.

Eso sí, a este candasín ya le iba el sentimiento español en los 60. «En la ceremonia inaugural repartieron banderitas para agitar en el desfile, y yo me agencié una de España, que fue la que levanté entre tanta de México», rememora. El desfile, para Prendes, es lo máximo para un deportista, que puede entender que los futbolistas de la Olímpica hayan forzado a sus jefes para que les dejen asistir a la jornada inaugural de hoy en Londres. «El desfile fue para mí lo más emotivo, verte en el estadio, al salir de la rampa, no sabía si estaba en el estadio o en el cielo».

Han pasado años, pero Prendes asegura que, cada vez que ve el desfile por la tele, se emociona. Hasta le cuesta hablar. «Trabajé hasta veinte días antes de los Juegos, y el jefe no sabía cómo hacer para que fuera a prepararlos», apunta Prendes, al que después le dieron quince días de vacaciones, una vez finalizados los Juegos. «Hubo gente que me preguntó después, ¿y que ganaste?, y yo les digo: ¡gané ir!».

La impresión de ver su nombre en el periódico fue el primer «shock» para otro pionero, José Enrique Rodríguez Cal, más conocido como «Dacal». Si Prendes fue el primer olímpico de la villa de olímpicos, Dacal fue el primero en lograr una medalla. La consiguió en Múnich-72, de donde no pudo evitar traerse el recuerdo de los atentados contra el equipo israelí. «Es la pregunta que más me han hecho en mi vida, qué recuerdo de aquello, pero no me acuerdo de nada», asegura Dacal. Según él, la causa fue el férreo control policial que siguió al asesinato de los atletas judíos.

Eso sí, de aquello surgió una popular anécdota escrita por los periódicos de su combate por la medalla de plata: «Mientras la Policía vigilaba la villa olímpica, el robo se produjo en el ring». Dacal se tuvo que «conformar» con el bronce, que le reportó «un gran orgullo, porque hacía doce años que España no ganaba una medalla en unos Juegos. Eran otros tiempos, claro». El país llevaba con el medallero en blanco desde Tokio-64.

Su gesta le convirtió en abanderado del equipo olímpico para sus segundos Juegos, los de Montreal-76, donde fue acompañado por los también candasinos Herminio Menéndez y Amando Prendes, como técnico de piragüismo. «Ya en Montreal pedí que me hicieran una bandera más pequeña que la que trajeron, porque si desfilaba con aquella no se me iba a ver en el desfile», relata el campeón de peso «minimosca» ligero.

Del desfile inaugural se vio privada la primera mujer de Candás en acudir a unos Juegos, la piragüista de Los Gorilas, Luisa Álvarez, que fue 18 veces campeona de España. «La mayor decepción para mí fue no ir al desfile, porque estábamos concentradas en Madrid», rememora la integrante del K-4 olímpico para Barcelona-92. Eso sí, se desquitaron al día siguiente. «Los de piragüismo hicimos nuestro propio desfile en Pelayos de la Presa -localidad próxima al embalse de Cazalegas-, mientras los ancianos de una residencia aplaudían a nuestro paso».

«Barcelona marcó un antes y un después, porque los Juegos Olímpicos cambiaron», afirma la regatista, que pudo comprobar dicho cambio al acudir cuatro años después como técnico de la selección masculina de piragüismo a Atlanta-96, donde, por cierto, se quitó la espina de acudir al desfile inaugural. Álvarez peleó «mucho para acudir a Barcelona, que era la primera vez que iba el equipo femenino a las olimpiadas». Pero tuvo recompensa. «En la villa olímpica, cuando ibas a desayunar te quedabas pasmada señalando con el dedo a Carl Lewis, a Michael Jordan y a tantos otros deportistas, y nosotras estábamos allí», sentencia.

Allí estaban los de Candás, en México, Múnich, Montreal, Moscú, Los Ángeles o Barcelona, caminando entre gigantes, que diría el Ulises de la «Iliada». Como gigantes que son.

Carlos Prendes compitió por México en 1968, «pero en la ceremonia me agencié una bandera de España, fue la que levanté»

«Barcelona cambió los Juegos», afirma Luisa Álvarez, que integró el primer equipo femenino de piragüismo K-4