Gijón, Susana F. SERRÁN

En medio de la tempestad propiciada por los recortes al carbón una exhibición de embarcaciones tradicionales en la bahía de Poniente hizo recordar ayer los mejores tiempos para el mineral. El principal culpable fue el «Vaporín» de San Esteban, un antiguo remolcador que, tras caer unos años en el olvido, fue recuperado para hacer gala de que, a pesar de sus 110 años, goza de un buen estado de salud.

«Quisimos rescatar de la chatarra lo que quedaba del barco, porque es una pena que algo tan antiguo desaparezca», afirma José Cardín, más conocido como «Pepe», gerente de Sidra «El Gaitero» y armador de un navío ya más que centenario. Construido en 1902 en los astilleros «Philip and Son Shipbuilders», en Darmonth (Inglaterra), fue adquirido para bajar el carbón de Turón a San Esteban de Pravia. «Cuando vimos que lo iban a destruir, nosotros, que somos muy aficionados de la mar, decidimos fundar una asociación para restaurarlo», comenta Cardín.

Con un máximo de doce nudos de velocidad, dieciocho metros de eslora, y tres tripulantes -entre los que se encontraban Dámaso García, patrón del barco, y su perro-, el «vaporín» se echó a la mar ayer en el Puerto Deportivo de Gijón.

Amarrada en el mismo pantalán estaba la goleta «La Evangelina Uno». Fabricado en 1912 en Freixo (Galicia), la misión del barco era transportar por las rías gallegas todo tipo de mercancías. «En este barco se hace todo mecánicamente, hasta la bajada de las velas», comenta su capitán, Enrique Rial, de 55 años. Pese a que en los años cincuenta se le puso motor, los tripulantes tienen que reunir todas sus fuerzas para arrancarlo. «Es un barco difícil de manejar porque tiene la quilla muy comida y es todo muy delicado», sentencia Ignacio Orejas, tripulante de la navegación de 46 años.

La hermana gemela del navío gallego, la goleta «Manuyael», llegó con retraso a tierras gijonesas porque tuvo que parar en Ribadeo por falta de viento. Imponente, y con aplomo pese a la demora, también se echó a la mar con sus otros compañeros. Dornas pesqueras de las rías gallegas de vela triangular, botes de vela cangreja de pesca de cercanía y una trainera de la asociación guipuzcoana «Albaola» participaron asimismo en el segundo día de las jornadas náuticas «Noegapolis», que se alargarán hasta el domingo y con las que se ha querido hacer honores a la mar que siempre dio vida y trabajo.

Ya en tierra, el colofón lo pusieron los talleres de astronomía y nudos. «Queremos que los niños aprendan las nociones básicas de las cartas de navegación y a amarrar los cabos principales», explica el instructor de las clases, Carlos Martínez, de 22 años. Una tormenta pilló «in fraganti» a los marineros echados a la mar en sus barcos centenarios, pero finalmente el sol se impuso para cerrar una jornada de historia impregnada con sal.

«Lo rescatamos de la chatarra porque es una pena que algo tan antiguo desaparezca», cuenta el dueño de un navío botado en 1902