Alaska puso el cartel de lleno en la Plaza Mayor como pregonera de la Semana Grande de Gijón, ciudad a la que dijo querer devolver "al menos una gotita de lo que me ha dado". Le dio a su padre, un republicano que vivió el exilio en México, donde ella nació. "Estamos en una fiesta y me invitáis, no hay nada más perfecto", agradeció a sus fans la cantante desde el balcón del Ayuntamiento, en el inicio de su parlamento.

Rememoró un verano de principios de los 70, cuando visitó por primera vez la ciudad. Dirigiendo unas emotivas palabras a su progenitor, Olvido Gara pidió a los asistentes que aprovecharan la jornada "para celebrar" y "para disfrutar de la suerte que tenemos de poder estar juntos".

"No suelo aceptar este tipo de invitaciones pero en este caso fue excepcional. Lo hago para recordar a mi padre y a mi familia de Gijón. Un pregonero tiene que tener relación con la ciudad", relató Alaska, reconociendo que a esas horas -pasadas las ocho y veinte de la tarde-, "ya tendría que estar en el camerino preparándome para el concierto de esta noche". No en vano la artista tenía un papel ayer doblemente estelar: después del pregón ofreció un concierto con su grupo sobre el escenario de Poniente.

"Gijón se ha cruzado muchas veces en mi camino", dijo la cantante. La primera vez que Alaska tuvo noticias de la ciudad era apenas una niña, en el Centro Asturiano de México. "Allí mi padre me hablaba de Gijón mientras discutía con sus mayores por el Sporting".

La añoranza "por la tierrina" fue precisamente lo que hizo que la artista y su padre volvieran a Asturias en 1973. Ella tenía diez años y su familia había alquilado un piso "en Milicias Nacionales, que ahora se llama Pablo Iglesias", explicó desde el balcón a un auditorio entregado. Gijón le sirvió a esa niña para conocer "el veraneo; la escalera 10 de la playa, a la que iba todas las mañanas con mi abuela; y el kiosco de Begoña en el que conocí los tebeos y me acerqué a la cultura".

A pesar de que la falta de adaptación de su padre -"que descubrió que la tierrina había cambiado", contó la cantante desde el púlpito municipal-, hizo que Olvido dejara Gijón unos meses después de su llegada, la ciudad nunca la abandonó. En 1981, Alaska volvió para dar su primer concierto con Los Pegamoides. "Luego llegó Poniente, esta plaza, la Sala Acapulco...", enumeró, radiante. "No todo pregonero tiene después una larga noche por delante así que disfrutar la fiesta", se despidió la cantante, a la que precedió una actuación musical interrumpida en varias ocasiones por los pitidos de un grupo de fans impacientes por ver a su artista preferida.