Cada nueva edición de la fiesta de las Piraguas es para algunos "selleros" una oportunidad de hacer su campamento algo más confortable y completo que la anterior. Así al menos afrontan esta semana el astorgano Millán Díguele y sus amigos, quienes a lo largo de estos siete años han profesionalizado su equipaje hasta niveles insospechados por los novatos. El grupo de amigos se afanaba ayer a primera hora de la tarde en armar su complejo "piragüero" en la acampada del prau San Juan.

Hay de todo. Desde la clásica tienda de campaña fácil de montar hasta el generador eléctrico pasando por veinte metros de cable para colocar las bombillas que alumbrarán su puesto durante la noche, hasta una paleta de jamón y la nevera, indispensable en la conservación de bebidas y alimentos perecederos, todo es necesario.

La larga lista de útiles y herramientas con las que cada año esta pandilla se desplaza a Ribadesella tiene más miga aún, pues prácticamente lo compran todo "sólo para venir al Sella", como expone Díguele. Hace tres años y con un bote colectivo se hicieron con el generador, que sólo usan la semana de Piraguas.

Lo mismo sucede con la nevera y casi con las tiendas de campaña y los colchones hinchables que cada uno trae, pues "es el único camping" que hacen en el año. El equipo de música propio tampoco falta en este llamativo campamento, al que el año pasado se sumaron muchos otros "selleros" cuando la lluvia les desanimó para desplazarse al centro de la villa riosellana.

Su chiringuito no tiene nada que envidiar a los que habilitan los gestores de las acampadas, pues cuentan con 240 cervezas, varias botellas de bebidas espiritosas, refrescos, una nevera y diez kilos de hielos (sólo para el principio, luego los compran en el bar) y hasta una gran sandía para compensar el "ph". Los siete jóvenes dejaron ayer instalado su "fuerte sellero", en el que disfrutarán a lo grande hasta que el domingo recojan los bártulos y regresen a Astorga.

Díguele recuerda que el primera año llegaron a Ribadesella "con dos tiendas de campaña para cuatro personas, comida y bebida". Sin embargo, el zamorano Alejandro Vaquero y sus amigos estrenaron ayer el Sella, pero llegaron algo mejor preparados. Un toldo -útil tanto para el sol como para la lluvia- la imprescindible tienda de campaña y una nevera adquirida para la ocasión integran el equipaje de los cuatro jóvenes, en el que tampoco falta una caja de sidra que compraron en Villaviciosa, de camino. "Nos habían dicho que era muy importante", explica Paula Rodríguez, a quien también recomendaron la cita "sellera" porque "hay muy buen rollo y mucha fiesta".

"Antes vendía por toneladas, ahora lo justo". Así resume la hostelera riosellana Ana Zaragoza sus expectativas para esta edición de las Piraguas, tras los 33 años que lleva trabajando en esta fiesta. A su juicio, el Sella se ha convertido en un "macrobotellón consentido por el Ayuntamiento" y tras los cálculos que echó hace cinco años decidió no poner barra exterior y apostar por instalar la terraza durante el día.

"No hay sitios donde sentarse", asevera Zaragoza, al tiempo que explica que con la terraza trata de servir a un tipo de cliente que no son los jóvenes que estos días pasan frente a su local cargados con la bebida. "Los de la barra eran unos gastos brutales y para este tipo de Piraguas no compensa", apunta la hostelera. En su opinión, el modelo actual provoca "una pérdida brutal de ingresos estos días, cuando tenía que haber muchísima gente disfrutando de la fiesta, de las tiendas, de las terrazas, etcétera".

Del otro lado, el zamorano Javier García y sus amigos acuden al Sella por tercer año consecutivo y ayer compraron en un supermercado de la villa los refrescos, pues el resto de mercancía lo trajeron de Zamora "para economizar gastos", apuntan. En Ribadesella se hicieron con "lo que más abulta" y, en lugar de la acampada, como hicieron en los años anteriores, han alquilado un piso, "porque es más higiénico". Allí se quedarán "diez u once" amigos, dispuestos a disfrutar de la fiesta más relevante del verano.