Es 24 de agosto de 1854. Son las seis de la mañana y los trabajadores de la mina de Arnao se preparan para otra dura jornada de trabajo. Ninguno de ellos saldrá a la superficie durante las doce horas que durará su turno, ni siquiera para comer, pero todos se quedarán atónitos cuando vean a la mismísima reina Isabel II descender hasta las galerías. Atónitos por dos motivos. Uno de ellos es que no se lo esperan -la visita no está prevista-, y el otro está ligado a la gran superstición que existe hacia el hecho de que una mujer baje a la mina.

Isabel II avanza hacia el castillete de madera de roble que preside la mina, accede a la jaula y comienza el descenso a los 80 metros de nivel máximo de profundidad que tiene el pozo maestro, ayudada únicamente por las luces de candiles y velas (aún no existe la luz eléctrica). Abajo, el aire está cargado. El olor al aceite de las velas y el sudor de los mineros ayudan a ello. La altura de las galerías apenas llega a los 1'60 metros y en la mayoría hay pendiente, por lo que es necesario que la reina avance como un trabajador más, agachada y pegada a la pared.

En Arnao -por suerte- nunca se encontró gas grisú, pero a la habitual sensación de agobio por estar trabajando a decenas de metros bajo tierra hay que sumarle la angustia de tener el Cantábrico sobre sus cabezas. Y esa angustia está justificada, pues, aunque aún no lo sepan, medio siglo después -en 1915- la furia del mar conseguirá abrirse paso entre las galerías de la mina, motivo por el que se clausuró. Quizá la visita de una mujer al pozo, por muy reina que fuera, tuviera algo que ver en ese aciago final, pero la llegada de Isabel II supuso un acontecimiento histórico sin precedentes en el concejo.

Un acontecimiento que ayer pudieron revivir, ayudados por la imaginación, los participantes en la última edición de "La noche en la mina", un descenso a las galerías mineras sin luz eléctrica, recreando las condiciones en las que se encontraban aquellos mineros de 1958. Gracias a ello, Ángel López, que trabajó varios años en la Real Compañía Asturiana de Minas -aunque en la fábrica-, pudo bajar a conocer junto a toda su familia cómo era el pozo de Arnao: "La visita es estupenda, gracias a ella he podido ver la mina por dentro". Hoy, a las diez de la noche, Guillermo López Cañal ofrecerá un concierto homenaje a los mineros en las galerías.