Javier Cosnava (Hospitalet de Llobregat, 1971) presentó ayer en el Festival Celsius 232 de literatura fantástica, de ciencia ficción y terror su novela "Zombies de Leningrado" (Dolmen, 2015), una historia que recrea el criminal sitio de la ciudad soviética durante 900 días, un suceso que se saldó con más de 1,2 millones de muertos, muchos de ellos comidos por los supervivientes.

-Escribió "1936. La guerra civil zombi" y ahora "Zombies en Leningrado". Parece que no sólo son criaturas de ficción.

-Yo realmente creo que sí, pero más allá de todo eso, mi interés en el tema zombi es desde un punto de vista pedagógico. Los zombis son ideales para contar la historia pasada. Situar el fenómeno zombi en la realidad, que se vea que hubo cosas más terribles que los monstruos de las películas de Romero, me permite ayudar a que algunos lectores jóvenes conozcan un poco la historia de España o, en este caso, la de la II Guerra Mundial. Tengo mails de gente joven que nunca había leído nada de historia y no sabían dónde estaba Leningrado: me han confesado que se han interesado en la historia gracias a leer estas novelas mías.

-¿En qué momento asoció el fenómeno caníbal de Leningrado -que fue real- con los zombies?

-Fue un poco casualidad. Estaba preparando una antología de relatos caníbales y uno de los autores al final se descolgó. Le había preparado la documentación de los momentos caníbales de la historia. Un autor al final no pudo y tenía que trabajar sobre el sitio de Leningrado. Me llamó la atención la diferencia que hacían entre caníbales rápidos y caníbales lentos: el que va con un cuchillo corriendo detrás de ti y el que se encuentra con un cadáver y se lo come. Estos dos tipos de caníbales son zombies rápidos y zombies lentos. Esta novela es más de muertos vivientes que de gente podrida, es muy canónica.

-También es muy bestia.

-La realidad a veces supera la ficción. Hay novelas en las que el mundo desaparece, pero no lo ves. En "Zombies en Leningrado" hablamos de un millón de muertos, que es la población entera de Asturias. El mundo desaparece, los humanos pierden su alma.

-Cuenta hechos reales. ¿Y la ficción?

-Salió de las memorias del traidor, del que no hablaremos.