"Venimos desde Philadelphia, Estados Unidos. Es la primera vez que asistimos al Descenso del Sella. Es algo espectacular, una experiencia única e irrepetible". Lucía, turista estadounidense, habla entusiasmada en el vagón dos del tren fluvial, unos minutos después de la partida del convoy desde la estación de Arriondas, a las doce y cuarto del mediodía. Pañuelo azul al cuello, bandera de Asturias a modo de capa de superhéroe, no es sólo el grupo de siete norteamericanos el que da color al descenso número setenta del convoy que cada año desde 1945 acompaña a los palistas por la vía.

Los vagones van repletos de viajeros de nacionalidades y edades múltiples, de un niño de ocho meses al rey "Mauregato de los selleros", de una turista inglesa primeriza a una sevillana celebrando su cumpleaños. El pasaje tranquilo se revoluciona y se agolpa en las ventanillas cuando el recorrido coincide con el río y permite ver pasar a los participantes. Desechadas desde hace algunos años las paradas a mitad de trayecto y las carreras de ida y vuelta de los pasajeros para contemplar el paso de los piragüistas, ya sólo se corre tras la única estación, Ribadesella, para ver la entrada en meta junto a la ría. "Es algo excepcional, vas siguiedo a los corredores todo el trayecto", comenta Pablo Álvarez, turista cántabro primerizo en el tren.

Entre los veteranos del Sella ferroviario, hay quien echa de menos aquellas paradas a medio camino Es el caso de Ramón Núñez, un cántabro de 38 años que lleva más de una década asistiendo a este descenso. "No es la primera vez que lo veo desde el tren, pero he de decir que ha cambiado mucho. Con las paradas se vivía mejor la carrera, porque estábamos prácticamente al lado de los competidores, animándoles, y una vez que pasaban había que volver corriendo al tren para seguir la ruta", explica Núñez. Aunque Óscar González está aquí por primera vez, el joven castellanoleonés lo añora incluso sin haberlo vivido. "Es realmente espectacular, pero es una pena que ya no se hagan paradas", explica.

La inglesa Anna Jknihnicka baja el Sella en tren por primera vez. y antes de que acabe la fiesta ya sabe que"quiero repetir. El ambiente es increíble, vine con mis amigos y a todos nos ha encantado Asturias. Asturias, Paraíso Natural", comenta. También debutante, Rocío Blanco, de Santander, tiene asimismo "ganas de volver. El ambiente por la noche es increíble", afirma.

Para Ramoni Nicasio y su pareja Antonio Sancho han elegido ventanilla. Ella cumplía ayer 43 años y su deseo de celebrarlo en el Sella. Vienen de Sevilla, se estrenan en el Descenso y "nos lo estamos pasando genial. Le pedí a mi marido este regalo de cumpleaños y está mereciendo mucho la pena haber venido hasta aquí", explica. José Lorenzo es de Huelva, afirma que "en el tren es la primera vez, pero llevo viniendo muchos años al Sella. Merece la pena, esto es una maravilla. Desde aquí se puede ver toda la carrera sin ningún tipo de problema".

En los vagones multinacionales del tren fluvial emerge a veces también el producto autóctono. Alberto Fernández y Carmen Vilanova, asturianos de 47 y 56 años, saben bien lo que supone este día. "Todos los años procuramos venir. La fiesta es genial. El Descenso es algo que merece la pena ver año tras año", explican.

Aitor Alonso y Noelia Bárbara, parragueses, se han subido al tren con sus hijos Bianca, de 3 años, y Juan, de 8 meses. Pese a haber visto muchos descensos, el de ayer fue el debut de Aitor en el tren. "Es increíble, se ve la carrera de otra manera", explica. En este convoy donde va todo el mundo, incluso aparece un rey en clase turista, mezclado con los pasajeros normales. Pepe Lage, 51 años, túnica roja, capa azul y corona, explica que "desde hace dos años soy el rey Mauregato, rey de Parres de los Selleros". La acreditación al cuello desentona con su indumentaria regia, pero sin ella no podría haber accedido después al podio para acompañar a los vencedores del Sella.