José Antonio Morante y Sebastián Castella se fundieron en un respetuoso abrazo, tras el brindis que el torero de la Puebla dedicó al francés, mientras una atronadora ovación del público, incluso hubo quien se levantó a aplaudir, recorría cada recoveco de El Bibio como un grito de libertad que sólo obtiene la respuesta de su propio eco. Una llamada de emergencia que emiten los taurinos a las autoridades que ha ido "in crescendo" a medida que la impunidad de los insultos y ataques que sufren los profesionales y aficionados taurómacos viene a ser una constante. Personas, ciudadanos con sus derechos, que presencian cómo la "égalité" es sólo entre perros y gatos. Parece que desde el extinto ministerio de Aído la patente de la igualdad la tienen los animales. De dos y cuatro patas. Por supuesto.

Morante, quien días atrás se negó a matar un toro en Marbella por sentirse amenazado por un "anti" que no pierde ripio de su temporada y desprotegido por la autoridad, le brindó la muerte del abreplaza a Castella, quien optó por repasar varios artículos de la Constitución en una carta reinvindicativa. Así lo entendió el público y así respondió en ceremoniosa "fraternité".

Y así las cosas Morante se dispuso a plantear faena al endeble primer toro de Parladé que se vino arriba en la muleta tras una primorosa lidia de José Antonio Carretero. Morante mostró lo diferente, lo fácil de soñar y difícil de materializar. Cuajó al toro al natural en faena vibrante de emoción. El de Puebla torea y acompaña con el cuerpo el muletazo. Lo logra con limpieza, profundidad y largura, sin retrasar la pierna ni escondiéndola. Morante torea al ralentí, sin prisa, con la yema de los dedos. El toreo siempre fue despacio. Y así meció al toro en su muleta Morante de la Puebla en una faena para el recuerdo por su candencia y los colosales ayudados por bajo, con el mentón hundido, antes de dejar media estocada en todo lo alto y certera. Hubo quien lloró al verle sólo con una oreja. Fue la "morantité".

El cuarto, manso de solemnidad, recibió hasta tres puyazos, de caballo titular al de puerta, y vuelta, en su huída de manso. Incluso hubiese vuelto al peto de no ser por Castella que acompañó la salida del picador. Morante probó por ambos pitones y optó por abreviar tras mostrar la nula condición del toro que buscó su muerte en toriles.

Hace quince años, en la plaza de toros Beziers, en Francia, tomaba la alternativa tal día como ayer Sebastián Castella. Para celebrarlo argumentó su liderazgo de la temporada actual con dos orejas incontestables que le arriman al cetro del toreo.

El inicio de faena, tras brindis al público, llevó la "marca Castella". En el centro del ruedo, de verticalidad impávidad y las zapatillas clavadas en la arena para citar en largo y cambiarse la muleta por la espalda. El péndulo o pase cambiado. En resumen. Y luego por delante. Así hasta en tres ocasiones para rematar con dos trincherillas que dinamitaron El Bibio entre olés y palmas. La algarabía.

La clarividencia de Castella en esta su temporada brindó una tarde a El Bibio una tarde colosal en la que por fin pudo salir en hombros del coso. Por ambos pitones hubo ligazón y mano baja, sin mover las zapatillas. Siempre colocado . Tras una buena tanda por el derecho tornó al natural con tres naturales de viaje muy largo. Volvió al derecho, arrastando el estaquillador por la arena. El toro iba a más y la faena también. Por un lado y por el otro Castella se pasó muy cerca a "Cocaína" de Parlade, (ganadería que es lo mismo que Juan Pedro Domecq pero no es igual). Enroscándose con el toro en sus tandas en redondo, arrucinas y cambios de mano por delante y por detrás en un palmo de terreno. Trincherillas de cartel para terminar la obra. La estocada se fue trasera y un golpe de verduguillo atronó al toro. Los dos pañuelos no se hicieron esperar. Antes, había soportado la lluvia ante un toro de corto recorrido y con el que Castella optó por las cercanías. Saludó una ovación entre paraguas y chubasqueros. Su cuadrilla se demonteró tras banderillear los dos toros: José Chacón y Ricardo Ortiz en el segundo e Isaac Mesa en el quinto. Chapeau.

José Mari Manzanares debió acompañar en hombros a Sebastián Castella. Vestido de negro y azabache. Así lleva toda la temporada en señal de duelo por su padre. Cortó una oreja al tercero. Mientras el toro protestaba en varas salía el sol en El Bibio. Y Manzanares relució con una faena compacta, en tandas cortas de tres muletazos con la mano baja. Toreo en redondo y lo mejor a derechas. Por el izquierdo el toro protestaba. Se le pidió con fuerza en el sexto. Bonito recibo a la verónica, paso testimonial por el caballo y ovación a Curro Javier en banderillas que se desmonteró. Manzanares citó en largo y lo llevó cosido en tandas con empaque por ambos pitones del pastueño Parladé. Con el toro a menos José Mari se fue tras la espada para dejar un estoconazo tras pinchazo que pareció no ser suficiente para abrir la Puerta Grande.