Girasoles más grandes que el tamaño de su hórreo. Eso ha conseguido cultivar Pablo Martínez en su huerto de la localidad canguesa de Narciandi. Martínez cuenta con tres ejemplares de estas plantas herbáceas que superan los 3,59 metros de alto y cuya flor alcanza más de 36 centímetros de diámetro. Lo más sorprendente es que el joven asegura que conseguir esta proeza no fue tarea difícil.

El interés de este cangués por los girasoles llegó hace cinco años de la mano de su hermano José Martínez, que trajo de Benavente (Zamora) varias semillas que Pablo cultivó a modo de pasatiempo, sin grandes pretensiones. Las primeras cosechas dieron sus frutos con resultados "normales", pero desde que al cangués le dio por abonar los vegetales con estiércol de sus ovejas el año pasado, las plantas alcanzaron un vigor inusitado.

Y es que el gigantismo vegetal no se limita a los girasoles. En el terreno que a diario cultiva "como hobby" también crecen calabacines que superan los 85 centímetros de largo y calabazas que no le andan a la zaga.

El hecho de que cuando hace mucho calor las riegue un poco por la mañana y el clima "soleyero" de Narciandi también ayudan a la proeza aunque el vecino sostiene que el verdadero truco reside en el abono.

"La verdad es que no hago nada especial. Simplemente las dejo crecer a ver qué sale", cuenta Martínez, quitando hierro al asunto. Pero lo cierto es que tanto los girasoles que plantó el pasado marzo como el resto de vegetales de su huerta llaman poderosamente la atención de los visitantes, que se alojan en el par de casas rurales de la localidad canguesa y en numerosas ocasiones se convierten en el centro de los flashes de estos turistas. "La gente queda asustada", asegura Martínez.

También vecinos como María Inés Obregón están que no salen de su asombro y no dudan en retratarse con los grandiosos ejemplares. "Tienen aquí pipas para comer todo el año", bromea la residente. Y es que tanto Obregón como numerosos amigos y vecinos encargan al cangués que les guarde algunos frutos de las monumentales plantas. "La verdad es que el tamaño sí importa porque tenemos alguno de menor envergadura que da mejores pipas", confiesa Francisco Antonio Martínez, padre del agricultor y también residente en Narciandi, que asegura que los encargos de pipas por parte de amigos y vecinos no dejan de sucederse. "Les damos bolsinas pero con ellas verdes, sin tostar y salar, pero se pueden comer igual sin problema", matiza.

Mientras dos de los girasoles siguen creciendo plácidamente en la huerta, el tercero ha sido arrancado y su destino ya está escrito. Permanecerá expuesto a modo de ornamentación en "El Campanu" de Cangas de Onís durante una buena temporada, según adelantó su actual dueño. Aunque matiza que buscarle ubicación en el transitado local está siendo tarea difícil puesto que " la flor sola ocupa tranquilamente una mesa".

Pronto tendrán que cortar la pareja restante antes de que la lluvia haga mella en los mismos, pero de momento no tiene claro su destino. Lo que sí descarta es su uso comercial para hacer, por ejemplo, jabones naturales o aceite. "Esto es sólo para regalar a los amigos o disfrutarlo yo", asegura. Mientras tanto, Martínez sigue mostrando orgulloso los gigantescos ejemplares a todo el que pasa por Narciandi porque, según bromea, no tienen nada que envidiarle a los pintados al óleo por el artista holandés Vincent van Gogh.

"Estos también son una auténtica obra de arte de la naturaleza", puntualiza el cangués, que ya se plantea incluso aumentar la producción "como les fabes de la granja, que este año empezamos a ponerlas y fueron un éxito también".