Dicen los "sanrocudos" que quizás los biólogos moleculares encuentren algún día un gen común a todos los devotos de este santo, que ayer congregó a centenares de fieles en Llanes para celebrar su día grande. La imagen de San Roque desfiló desde la basílica de la localidad hasta su capilla precedida de una riada de aldeanas, primero, y porruanos después, todos ataviados con sus características siemprevivas y marcando el paso a ritmo de pandereta y bastón. Encabezando la comitiva iban los seis ramos, cuatro de Llanes y dos de Pancar, portados por orgullosos devotos de todas las edades y trayectorias.

Los primos ovetenses Javier Gorjón Orejas, Miguel Arce Orejas y Jaime Orejas Ibáñez llevan veraneando en Llanes "toda la vida" y hace ya diez años que llevan el ramo, un cargo del que ayer pensaban jubilarse junto a su amigo Joaquín Suárez Eguigaray. Todavía les quedan fiestas por delante a los pequeños Fernando Sánchez, Santiago Triguero, Ramón García-Gavito y Buenaventura Arrate, que portaron uno de los ramos de rosquillas y contaron para ello con otros tantos reservas "por si te cansas o te duelen los hombros", relató Sánchez, para quien esta previsión "está muy bien".

Los vivas a San Roque y al "perru" se sucedieron a lo largo de toda la procesión, que por segundo año estuvo coordinada por cinco porruanos que, servidos de un "pinganillo", estuvieron en permanente comunicación. Uno de ellos fue Guillermo Sordo, que explicó que emplean este adelanto "por comodidad" y Daniel Fernández, que además de coordinar dio las voces en el pericote y la jota, aseguró que "se nota en la seriedad de la procesión".

Fernández destacó que, en los últimos años, "cada vez hay más gente" en la fiesta de San Roque. Y también más personas se visten con los trajes típicos "y se involucran muchísimo más". "Vienen a preguntar cómo pueden ayudar", añadió. El entusiasmo de los "sanrocudos" quedó patente no sólo en la procesión, encabezada por gaita y tambor y en la que la banda de música de San Martín del Rey Aurelio acompañó al santo en todo momento, sino que los momentos de mayor euforia se dieron al llegar a la plaza de Parres Sobrino, donde se ofreció el ramu.

Los sitios para ver la danza peregrina y la demostración de bailes regionales volvieron a escasear y el bullicio sólo se ordenó cuando los pequeños peregrinos comenzaron el baile típico, marcado por la banda de música y por sus propios bastones.