No todo el mundo tiene el don de escuchar el silencio. Para muchos, lo importante es lo que suena, lo que se puede oír. Sin embargo, hay silencios que pueden contar mucho más que las palabras. Eso lo entienden muy bien los 60 alumnos del Festival Internacional de Piano de Gijón, que protagonizaron ayer un maratón de doce horas continuadas donde la música clásica se hizo con el paseo de Begoña. Porque tocar el piano no consiste solo en aprender partituras, controlar una técnica depurada y tener unos dedos ágiles que vuelen por el teclado. No consiste solo en jugar con los tempos y distinguir fortes de prestos. Tocar el piano supone leer entre líneas y traducir corcheas, blancas, negras y espacios en blanco a algo que suene, y que pueda sentirse. Porque en este arte, sonidos y silencios tienen la misma importancia.

Tailandia, Estados Unidos, China, Corea, Francia, Taiwán, Japón? Muchas son las culturas que se mezclan en la XVI edición del Festival Internacional de Piano "Jesús González Alonso". "Es muy interesante vivir esta experiencia con gente de tantas partes del mundo. Compartimos una afición, lo que es genial, y además podemos contrastar nuestros distintos puntos de vista", cuenta Lucía López, una de las participantes. Esta joven gijonesa tiene 17 años y es una de las siete becadas del Conservatorio de Gijón. Aunque es su segunda vez en el festival y lleva desde los 6 años dedicándo su tiempo a este arte, asegura que "siempre quedan nervios, sobre todo mientras estás tocando. Yo siempre trato de hacerlo lo mejor posible, pero no solo por el público, sino por mi".

Para Jin Joo Hong, sin embargo, es la primera vez en el festival gijonés. Esta joven coreana de 21 años estudia en Nueva York y asegura convencida que el año que viene repetirá la experiencia, a pesar de que lleva en Gijón tan solo dos días. "Es la primera vez que toco en la calle y me parece una gran oportunidad. Además, me encanta el tiempo que hace en esta ciudad, es inmejorable", contó ayer durante el maratón. Acto seguido, subió al escenario con una sonrisa nerviosa, ajustó la altura del taburete y comenzó a llenar de música la mañana del verano gijonés con la Balada No.1 de Chopin.

Durante las dos semanas que dura el festival, jóvenes de todas partes del mundo llegan a Gijón para aprender, mejorar y deleitar al público con el arte del piano. En su estancia en la ciudad, los participantes tienen seis horas de clases diarias, de la mano de seis profesores de prestigiosas universidades que llegan desde Suiza, Estados Unidos, Canadá y distintas partes de España. Además, deben estudiar una media de cinco horas al día y, entre medias, ofrecen recitales. Para ello, usan el espacio del Conservatorio Profesional y cuentan con la ayuda de Recrea y Laboral Ciudad de la Cultura.

Aunque apenas les queda tiempo, los jóvenes músicos de entre 14 y 28 años aún tienen hueco para disfrutar de la ciudad. "Ellos lo pasan genial. Les encanta la playa, el Festival de la Sidra, conocer la historia de la ciudad... Les fascina estar aquí y se pasan todo el año colgando fotos en Facebook. Aunque el mundo de la música clásica no es muy grande, el nombre de 'Gijón' es ahora conocido en muchas partes del mundo dentro de nuestro ámbito", asegura Amy Gustafson, subdirectora del festival desde 2010.

"Esto es una joya. Yo también soy pianista y tener a gente como ellos tocando durante 12 horas seguidas en la ciudad es increíble", contó durante el recital María Grande, una de las muchas personas que contemplaron asombradas parte del maratón.

"La gente cree que la música clásica es de élite y que solo unos pocos pueden entenderla. Con este maratón, a pie de calle y para todos los público, tratamos de cambiar esa visión y demostrar que es algo que todo el mundo puede entender", explica la subdirectora del festival gijonés. "Al celebrarse durante doce horas de forma continuada, recuerda que ya estamos aquí, en la ciudad, y que traemos muchas actividades con nosotros. Tenemos preparadas conferencias, como la del próximo martes de Bonnie Barret, la directora de Servicios Artísticos de Yamaha en Nueva York, y también varios conciertos, recitales y clases magistrales abiertas al público".

Para algunos, una sola visita no fue suficiente. "El otro día leí en el periódico algo sobre el festival y la verdad es que lo poco que he escuchado me parece precioso, seguramente vuelva esta tarde con más tiempo", comentó la gijonesa Cristina Artaza pocas horas después de que comenzara el maratón; doce intensas horas de música clásica que atraparon a aficionados y curiosos. Porque tocar el piano no consiste solo en interpretar partituras. Para tocar el piano hace falta leer más allá de las líneas, captar la energía de quien las compuso y saber transmitírsela al teclado para que, como si fuera magia, se convierta en una melodía que cobre vida propia. Y eso fue lo que hicieron ayer los jóvenes pianistas en Gijón.