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El avilesino que mejor sintoniza con las radios

Miguel Pérez García colecciona transistores desde que era un chaval: "Son la pasión de mi vida"

El avilesino que mejor sintoniza con las radios

Ni un infarto restó fuerzas a Miguel Pérez García para seguir cuidando aquello que adoraba. Ni un transplante de corazón le hizo perder el amor por el hobby al que ha dedicado cuatro décadas de su vida. Ni siquiera un derrame cerebral le hizo olvidar su gran pasión: las radios antiguas. Ahora, expone varios de esos transistores, que ha coleccionado durante cuatro décadas, en el centro comercial El Atrio.

La muestra, que se puede disfrutar hasta el lunes 11 de julio, no se trata solo de la colección personal de Pérez García. Cruzar el cierre que acota la zona donde están los transistores y que García abre encantado a cualquier curioso, supone adentrarse en un pedazo de la historia de estos aparatos en España.

A los ocho años de edad, este amante de la radio tuvo un flechazo: había llegado a su casa un transistor. En una época en la que estaba prohibido hablar de política en España, un amigo de su padre, por miedo a una posible confiscación, le vendió a éste el viejo artilugio. "El aparato quedó en casa hasta que tuve 30 años. Entonces, mi hermano no se preocupó de cuidarlo y se terminó perdiendo. Se tiró a la basura, como se acaba haciendo con todo", relata García, avilesino nacido en pleno albor de la Segunda Guerra Mundial (año 1944).

"En los cincuenta, la mayoría de las radios y piezas que había en España se importaban de Alemania. Gran parte eran Phillips, que aquí solo se fabricaban en Barcelona (comprando las piezas al país teutón) o por aprendices a los que la factoría de la ciudad condal les enviaba piezas. En términos de producción en serie, casi todo era proveniente de Alemania", explica García. Mantener en buen estado sus 50 radios antiguas, repararlas y cuidarlas no requiere de gran inversión económica.

"Las lámparas y las piezas que compro en caso de fundición o de avería no cuestan más de cuatro euros", comenta García. El verdadero desafío llega a la hora de realizar la limpieza: las estanterías que sostienen los aparatos, además de las propias radios, requieren de un mes entero para lavarlas correctamente.

Si bien la mayor parte de los transistores proceden tienen sello alemán o estadounidense, podemos encontrarnos con radios antiguas procedentes de países como Venezuela. "Este aparato lo compré yo ahí en 1966 y me costó 3.745 bolívares", señala el orgulloso propietario.

La fiebre por las radios antiguas no es patrimonio exclusivo de este vecino de Versalles. "En Estados Unidos, puedes ver programas por la televisión en los que se subastan este tipo de radios. Hay casos de personas que han llegado a pagar 3.000 dólares. Yo no las vendo. Son mi afición", apunta.

Una exposición de transistores cuya antigüedad media ronda los 55 años y que no solo repasa la historia de estos aparatos en nuestro país: también es un recorrido por la vida de una persona cuya pasión por las radios antiguas ha sido capaz de superar con éxito un derrame cerebral, un infarto y un transplante de corazón.

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