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Diez argumentos que convierten en olímpico el Descenso del Sella

El historiador del Deporte José Manuel Zapico relata el paralelismo entre los Juegos en Grecia y la competición que ideó Dionisio de la Huerta

El Descenso Internacional del Sella cumple el sábado 80 ediciones como uno de los diez eventos que marcan el verano español, junto con el Salinas Longboard Festival. Son las conclusiones de un estudio elaborado por Budget Car Rental en base al comportamiento de los jóvenes españoles de 20 a 30 años en redes sociales y compatibles, por qué no, con lo que concluyó el profesor de Educación Física e historiador del Deporte José Manuel Zapico en su estudio que compara el Descenso con los Juegos Olímpicos. Son diez las similitudes, aunque podrían ser muchas más, entre lo que sucedía en Las Piraguas que concibió Dionisio de la Huerta y lo que hace unos 2.500 años aconteció en Grecia.

01 El valle. Compara Zapico el valle del Sella con el valle del río Alfeo, en el que se asienta la ciudad de Olimpia.

02 El rey. En las viejas Olimpiadas el convocante era el Rey y "a Dionisio no le queda otro remedio" que asumir el cetro. Sin embargo, su objetivo es "que la fiesta se haga, pero desea desaparecer entre las bambalinas del teatro". Es por eso que, "muy astutamente, nombra rey a Don Pelayo". No en vano, el tercer verso de la salida dice "De orden de Don Pelayo...".

03 El rey Neptuno. Convencido de que El Descenso debería ser unos Juegos Olímpicos, Dionisio busca en sus orígenes "un dios al modo griego o romano que presida el festejo, una autoridad moral a quien presentar el esfuerzo de los agones". Los Juegos Olímpicos clásicos eran las fiestas dedicadas al dios Zeus, pero es "iracundo y gruñón", por lo que no sirve para la fiesta asturiana. Neptuno, considera Zapico, era una figura "mucho más familiar" y se convierte en "catalizador del evento. Ordena la competición, concede los títulos y se implica otorgando gracias a los vencedores". De nuevo hay que hacer alusión a los primeros versos de la salida: "...presidiendo el dios Neptuno".

04 La "ekecheiria" (tregua olímpica). La "excusa" sostenida por el rey Ífito de Elis era cumplir con los dioses, pero también "cortar la hemorragia en hombres y economías que suponían las constantes guerras". Del mismo modo, Dionisio se convierte "en el convocador de los asturianos a la gran fiesta. Él se lanza a crear su propia 'ekecheira' (tregua olímpica) y hace firmar tácitamente a todas las polis (las ciudades) de la región la paz, aunque sea por un sólo día", reflexiona Zapico antes de apuntar que "quizás sin proponérselo, Dionisio en este aspecto ha triunfado", pues "ya no es nada extraño que gentes de diferentes pueblos y aldeas hagan equipo conjuntamente, situación que no hace tanto tiempo suponía una afrenta y exigía poco menos que un airado castigo".

05 La concentración en Elis. Los atletas griegos y los extranjeros se concentraban en la ciudad de Elis antes de los Juegos. Los piragüistas del Sella, tanto nacionales como los extranjeros, se reunían en Ribadesella, donde Dionisio fija la "Elis" asturiana. De esta manera "sabía todo el mundo qué equipo había acudido ya a la convocatoria y cuál era el que faltaba por llegar", matiza Zapico.

06 La ofrenda a los dioses. En Grecia era necesario hacer una ofrenda a los dioses, que se celebraba el cuarto día olímpico y finalizaba con un suntuoso banquete en el Pritaneo. En las Piraguas de antes, por así decirlo, había "sidra, y el monte del Corveru se convertía en nuestro particular Pritaneo", explica Zapico. Invitaban a los atletas y montaban una "gira", "la ofrenda a los dioses estaba cumplida", concluye el historiador, quien considera que sería un acierto que costumbres como esta se revitalizasen.

07 Los colores. Hasta 1954 las embarcaciones y los dorsales se diferenciaban por colores, al igual que en los Juegos Olímpicos primitivos. "No era una cuestión baladí. La identificación de los colores era necesaria, de la misma manera que lo es actualmente en las carreras de los atletas. La cuestión radica en saber de forma inmediata quién es el participante y reconocer al vencedor en la distancia", apunta Zapico.

08 El desfile. El experto ve el "origen natural" del desfile que se realiza en Arriondas hasta la salida del puente 'Emilio Llamedo' en la entrada en Olimpia de los atletas acompañados por sus paidotribos (entrenadores) que, procedentes de Elis, llegaban al escenario de la competición".

09 Los premios. El Descenso del Sella no se queda atrás tampoco en este detalle y Zapico ve en él "otro intento más" de emular a los Juegos Olímpicos griegos, "premiando a los triunfadores con una corona de laurel", un intento que "tampoco fraguó y se perdió definitivamente en el tiempo, pero sin duda quedan recuerdos y fotografías".

10 El banquete de los participantes. Los viejos Juegos Olímpicos se remataban con la presencia de los vencedores "ante los dioses, seguida de un suntuoso y protocolario banquete en el Pritaneo" y al que acudían también árbitros y personajes oficiales. Compara Zapico este evento con el banquete que hasta hace dos años se celebró en los Campos de Oba. En su concepción original, Dionisio de la Huerta la impuso "como un acontecer más de la fiesta" y Zapico añade que "lo normal era que los participantes, los campeones, los vencedores del Sella, comieran la tortilla sentados en el prau en medio de las gentes". Pero en la realidad no sucedía así, pues "en medio de la gira donde acude un gran gentío se monta el Pritaneo para que los atletas coman. Se construye una edificación que los separe del pueblo -la carpa en la que solían comer los deportistas- y se da cabida a la vieja costumbre griega.

Hay más coincidencias: "El concurso de ixuxús" (grito ancestral empleado en toda la cornisa Cantábrica) inventado por De la Huerta se celebraba en los Campos de Oba, donde se entregaban los premios, y tenía como recompensa la entrega de "un gochín". Correspondía en Olimpia con la competición de heraldos, "unos campeones de voz potente que informaran a la multitud, que hicieran las veces de modernas megafonías".

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