"Cuando llegué a la meta, le pregunté al juez por señas si la carrera había terminado o aún me quedaba una vuelta más". Lo cuenta, entre risas, Rocío Ríos, la gijonesa que se hizo con el quinto puesto en la prubea del maratón en los Juegos Olímpicos de Atlanta '96, en la que era la mejor actuación de una atleta española en una olimpiada, hasta hoy sólo superada por la marchadora María Vasco.

Como ésta, son varias las anécdotas que comparten con los aficionados tres grupistas olímpicos que hicieron historia a falta de 48 horas para el comienzo la XXXI edición de este evento mundial, capaz de movilizar a más de doscientos países y poner en pie a millones de personas, luciendo los colores de su orgullo nacional. Un orgullo que, como solo puede pasar en el deporte, une y hace más fuerte a quien lo comparte.

El encuentro, celebrado ayer bajo el título de "Experiencia Olímipica", reunió a destacados exolímpicos vinculados al Grupo Covadonga: Herminio Menéndez, Juan Carlos Robles y Rocío Ríos ofrecieron su experiencia , sus anécdotas y sus recuerdos. El evento tuvo lugar en la sede del Real Grupo de Cultura Covadonga en el Paseo de Begoña, con Antonio Corripio, actual presidente de la entidad, como maestro de ceremonias, aunque fue Agustín Antuña, miembro de la Academia Olímpica Española y prohombre del deporte gijonés, quien llevó la voz cantante.

La primera en hablar fue Ríos, quien no dudó a la hora de afirmar que "todo sueño de deportista es llegar a los Juegos Olímpicos, y eso fue para mí, un sueño". La atleta gijonesa recuerda perfectamente sus inicios. "Yo empecé de casualidad, con 14 años iba a correr por acompañar a una amiga con bambas y vestido y no corríamos demasiado", bromea. Unos diez años después, se coronó cuatro veces campeona de España de 10.000 metros, una vez de 5.000 metros, tres veces de media maratón y una de maratón. "Mi entrenador me había dicho que hiciera maratón antes pero yo no le hice mucho caso. En octubre del 92 me presenté por primera vez en esta categoría y quedé campeona de España. Tres meses antes y habría ido a los Juegos de Barcelona '92", comenta. Pero volvió a ganarse su oportunidad, consiguiendo el diploma olímpico por su quinto puesto en Atlanta '96.

Herminio Menéndez, por su parte, recuerda los años previos a su participación en los Juegos, cuando realizaban intercambios de piragüistas con Rumanía. "En aquella época España estaba en la prehistoria, cuando fuimos a Rumanía a entrenar conocimos un mundo nuevo que el aislamiento de este país nos hacía desconocer, y aunque todos allí pensaban que éramos malísimos empezamos a mejorar semana a semana. La primera vez que nos presentamos al Campeonato del Mundo en Rumanía quedamos últimos, y pensamos que esa historia se había acabado, pero al año siguiente volvimos y ganamos. Fue tal la sorpresa que se llevaron, ¡que no tenían ni himno ni bandera española!", recuerda con humor.

Pero no todos los recuerdos son tan dulces. "Los Juegos de Múnich fueron muy complicados. Cuando ocurrió el atentado, nosotros podíamos ver a los encapuchados con la ametralladora desde donde estábamos, justo enfrente. Pensábamos que se cancelarían, pero tras un gran funeral, continuaron. Eso sí, el ambiente no volvió a ser el mismo, desde entonces la Villa Olímpica se convirtió en un fortín", cuenta con pena.

Juan Carlos Robles, participante de los JJ OO de Barcelona '92 y en Sidney dos ediciones después, también tiene mucho que contar. "Era una época diferente", cuenta. "Yo hacía deporte en general, como fútbol, lo típico, pero Joaquín Álvarez no paraba de apostar por mí para el voleibol, así que terminé por apasionarme de un deporte no conocido a nivel nacional, con poco apoyo económico y pocos participantes", algo que, sin embargo, cambió notablemente tras los Juegos de Barcelona '92.

"Nosotros llevábamos tres años perdiendo partidos, y solo podíamos pensar en que íbamos a palmar, encima jugando en casa. Sin embargo, un día algo cambió, empezamos a jugar de tú a tú contra países como Rusia o Estados Unidos y empezamos a mejorar. Fue un punto de inicio muy importante para el equipo y los jugadores, a partir de ahí la gente empezó a apostar por nosotros, y las cosas empezaron a ser más fáciles".

El gijonés también aprovechó para resumir algo que todos los presentes corroboraron, un espíritu que podrá verse reflejado en los Juegos Olímpicos de Río, que comienzan mañana con 306 participantes españoles: "El deporte debería estar en vena de todos, es una forma de educar, de alcanzar unos valores de constancia, lucha y esfuerzo sin los que no somos nada".