No hace falta viajar a Santorini, Bora Bora, ni siquiera Ibiza -lugares afamados por sus puestas de sol- para disfrutar de un mágico atardecer, de esos que tiñen de colores cálidos el paisaje y transforman las nubes del horizonte en puñados rosáceos de algodón. El paseo marítimo de Salinas, e incluso la playa que se extiende a sus pies, se ha convertido este verano en el punto de observación preferido por cientos de personas para disfrutar del ocaso, hacer fotos espectaculares a contraluz y, según los casos, vivir una experiencia emotiva con la pareja o entrañable con los amigos. Mientras, los vecinos de Salinas, acostumbrados a fuerza de costumbre a ver estas imágenes de postal que se repiten cada verano en la localidad, asisten asombrados a la proliferación de visitantes deseosos de ser bañados por el último rayo de sol del día y los hosteleros con negocios en la fachada marítima se ponen las botas con la venta de bebida e incluso cenas. El crepúsculo tiene tirón.

"Si no fuera porque falla más de la cuenta el tiempo, esto no tendría nada que envidiar a Ibiza", afirma Carmen Fernández, quien junto a su prima Gloria Fernández, ambas vecinas de la comarca, disfruta de las últimas horas de luz del día cómodamente instalada en la hamaca que ha subido de la playa al parterre que decora el entorno de los Gauzones. En su caso, como otros muchos, contemplar la puesta de sol en un ambiente que invita al relax se trata, según dicen ambas mujeres, de la guinda perfecta a un día de playa: unas horas de toalla en la arena para coger moreno, un bañito en el Cantábrico y antes de volver a casa, media hora de sosiego disfrutando de la calidez del crepúsculo y los caprichos cromáticos que forma el sol declinante en el cielo y la superficie del mar. Gloria Fernández opina que siendo bonita la puesta de sol en Salinas, "tampoco está mal la que se puede ver en la playa de Los Quebrantos de San Juan de la Arena".

Los observadores más experimentados aseguran que esta es la mejor fecha del año para ver atardeceres espectaculares en la bahía de Salinas puesto que a partir del otoño el sol desaparecerá de la línea del horizonte por detrás de la península de La Peñona y eso impedirá ver el mágico momento en que el astro rey, tras un descenso a cámara lenta hacia el Cantábrico, se "sumerge" en el agua de la bahía con un último estallido de luz que algunos días, según las condiciones meteorológicas, parece un volcán en erupción.

No consta que nadie haya visto el fenómeno conocido como "destello verde", ese que según Julio Verne sólo podían ver las personas verdaderamente enamoradas, pero entre tanto se dan las condiciones meteorológicas para presenciarlo algún día los adoradores del sol que se citan en Salinas se emocionan con el crepúsculo y, de vez en cuando, hasta aplauden cuando concluye.