"Solo me he perdido dos 'scootercruzadas' en los últimos diez años y una de ellas -la edición anterior- era porque se casaba mi hermano". El comentario de Alberto Arranz, llegado a Gijón desde Peñafiel (Valladolid), deja claro el nivel de fidelidad que ha alcanzado el Festival Euroyeyé, una cita singular del programa veraniego gijonés incluido en el calendario desde 1995, y convertida en el encuentro "60's" más grande de Europa.

Y bajo esa premisa de continuidad y éxito, la de ayer era la tradicional quedada de motocicletas clásicas, y la concentración atrajo a muchos curiosos de Asturias, de España y también alguno de otros países. Del personal que se da cita en estas concentraciones, Arranz destaca que "muchos ya nos conocemos de otras quedadas que hay en más puntos de España", aunque en el caso concreto de la cita de Gijón resalta que "tiene un punto de increíble, no hay ningún festival en España como éste y en Europa lo dudo. Sin duda el Euroyeyé es una referencia".

Berto Fernández llegó a Gijón de El Entrego, una ruta que lleva repitiendo "cuatro o cinco años", con una Lambretta que se encontró "en el concejo de Villayón y que tuve que restaurar por completo", incluyendo el motor. En su ruta hacia la plaza del Marqués tuvo "una pequeña avería mecánica que arreglé haciendo un apaño", contaba Fernández, congratulándose de haber salido con tiempo, por lo que la avería no le impidió estar en la exhibición motera.

Más numeroso era el grupo que formaban Vicente García, Manuel Díez, Alberto Zarra, Mariano González y Pablo Mantilla, llegados de Reinosa (Cantabria). "Somos amigos de la infancia y desde 2003 todos los veranos hacemos un viaje en Vespa; hemos estado en Italia, Portugal, Croacia, Escocia,? Este es el primer lugar en el que repetimos, porque ya habíamos estado aquí en 2004", comentaba la pandilla de cántabros que tardó más de siete horas en hacer los escasos 200 km que separan Gijón de su localidad de origen, y eso porque "se nos rompió el cable del acelerador de una de las motos". Para el año que viene ya dejaban caer que si no repiten será por conocer nuevos sitios y también porque "hay que dejar paso a las nuevas generaciones", bromeaba uno de sus integrantes. En lo que todos estuvieron de acuerdo fue en resaltar el buen ambiente que reina en estos tipos de concentraciones donde se unen quienes comparten "locuras".

El toque gijonés de la multicultural reunión de fanáticos de los "scooter" lo puso, entre otros, Jorge García, "del barrio de La Calzada". En su caso, y aunque confesaba ser un amante de estas motos clásicas, no acostumbra a ir a concentraciones lejos de Asturias: "Tengo afición por las Lambrettas, pero no tanto como la gente de aquí. Antes hablaba con unos que venían de Irlanda o por ahí solo para estar en este festival, y a mí me parece que para eso hay que estar loco", comentaba. A su juicio en estas concentraciones "pese a no ser excesivamente numerosas, sí que percibes que la gente que viene siente algo muy fuerte por este 'rollo'".

Y si clásica era la cita de "scooters", más novedosa resultó la "pool party", una fiesta a remojo en el camping de Deva, antes de las citas musicales de la noche. El día no pudo estar más de acuerdo con la fiesta.