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La sidra empujó al primer tritón

Saturio Azcoitia, uno de los pioneros en animar los desfiles del Sella con falda y tridente, aboga por recuperar el espíritu tradicional de la fiesta "de la diversión"

Saturio Azcoitia guarda algunas fotos de los primeros desfiles del Sella, como ésta en la que se pueden ver "coriquines" a su paso junto a la plaza del Cañón de Arriondas.

Desfilar con faldas y a lo loco por las calles de Arriondas en 1954 no era lo más habitual, pero Saturio Azcoitia Argüelles, Rodrigo Fernández Suárez y Gonzalo Rosainz Cabanas lo hicieron a petición de su amigo Dionisio de la Huerta, fundador del Descenso del Sella. Nacieron así "los tritones", un colectivo que desde entonces se encarga en agosto de dar colorido y animar la fiesta de Las Piraguas. De aquellos tres pioneros sólo queda Azcoitia, más conocido como "Tito", que tras el reciente fallecimiento de Rodrigo Fernández se ha convertido en una memoria viva de aquellos tiempos.

"Entonces fue necesario beber una botellina de sidra para coger coraje, nos daba algo de vergüenza desfilar así, no nos decidíamos", cuenta. "Cuando nos echamos a la calle en Infiesto para coger el tren fluvial las vecinas discutían sobre si éramos mujeres o paisanos. Los pelos de las piernas nos delataron", recuerda. Aquel primer uniforme no distaba mucho del actual: tridente, collar de flores, falda de saco con bañador debajo y camiseta de color carne ajustada.

"Cada año Dionisio llegaba cargado de nuevas ideas de sus viajes. Lo del collar vino de la India y la falda de una tribu africana. Lo de meterse en el agua y que se admitieran mujeres vino mucho después", apunta Tito, que fraguó su amistad con Dionisio a raíz de su afición compartida por el tenis. Este exagente de seguros piloñés de 83 años sólo desfiló durante los tres primeros años "porque cada vez se empezó a unir más gente y ya no hacíamos falta", argumenta.

Azcoitia aboga por volver al espíritu de aquellos desfiles tradicionales amenizados por "coriquines", esto es, grupos corales llegados desde todos los municipios. "Remeros de todo el mundo hacían entonces el pasacalles con sus palas y cada año se añadían nuevos cabezudos y gigantes". Estos últimos, según cuenta, se guardaban en el comedor de la antigua escuela de Infiesto y se quemaron cuando comenzaron las obras para reconvertirla en una residencia. "Estaban Pinón, Telva... había auténticas preciosidades", rememora. La comida de los tritones, al igual que la de los deportistas, se cocinaba en los fogones piloñeses del bar Asturias.

"Nosotros cogíamos el tren en Infiesto, parábamos en Arriondas y Ribadesella y luego el convoy retrocedía para disfrutar todos juntos de una buena fabada en Llovio que nos traía Mery en furgoneta". Entonces Los Tritones viajaban en un vagón de carga en el que la alta ocupación hacía casi imposible el movimiento de los viajeros. Tanto, que llegó a popularizarse coplillas como la que rezaba "Me asfixio pero no me pierdo la fiesta de Dionisio", a las que se añadían versiones de canciones asturianas como "Soy de Verdiciu", que el fundador de Las Piraguas adaptaba al Sella. "Fueron tantas las cosas que escribió con aquella máquina antigua y tantas cartas las que mandó a representantes de medio mundo que estaría bien que se reunieran en un espacio de forma permanente", apunta. "Organizar el Descenso le costaba mucho dinero de su bolsillo pues al principio pagaba sin ayudas el alojamiento de los piragüistas que invitaba a Asturias".

Las anécdotas de aquellos tiempos se agolpan en la mente de Azcoitia, que hoy seguirá la prueba deportiva desde casa. "Ya no voy al río. Prendo la televisión a primera hora y no pierdo detalle. Se ve mejor así" asegura el piloñés, que en junio recibió la distinción "Históricos del Sella" de manos de la Asociación "Amigos de Dionisio de la Huerta". Uno de los chascarrillos más sonados fue cuando el padre del Descenso le entregó varios periódicos viejos arrugados en Infiesto con el cometido de que los llevara en el convoy y se los devolviera en Ribadesella. "Los posamos en el tren fluvial, nos bajamos y no nos acordamos más del bulto. Cuando nos los reclamó y fuimos a buscarlos al vagón, nos confesó que se trataba de un millón de pesetas en efectivo para pagar a los deportistas y que nos dijo nada antes porque entonces nos hubiéramos negado a transportarlos. Así era Dionisio", dice Azcoitia, que asegura que la clave del éxito de Las Piraguas está en "la diversión".

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