Tarde soleada pero ventosa que obligó a mojar reiteradamente la muleta con una triste botella de plástico. ¿Dónde quedó el clásico botijo? Si somos tan puristas para seguir el ritual, que vuelva el barro. Media entrada escasa. Los tendidos de sol, desolados. Se vende cemento, ah, y también el maderamen de la andanada.

El cartel no seducía, y después de lo visto sigue sin seducir. El mayor interés de la corrida se centraba en los toros de La Quinta, reducidos a uno, el quinto de la tarde. El resto podrían ser hijos de su padre y de su madre, pero el tipo Quinta no se les vio por ninguna parte. El cuarto, cárdeno claro, fue devuelto injustamente a los corrales, bien vivo, sin darle oportunidad de demostrar nada. Había sufrido un rasguño en el vientre a causa de la caída del picador, pero según el reglamento esto no impide la lidia. Prueba de ello es que seguía corriendo tan fresco. Fue sustituido por un ejemplar de Conde Cabral.

En la lidia, lo mejor de la tarde lo protagonizó de "El Cid" en su primero, con una bonita faena iniciada con la izquierda, ajustada, templada y torera. Media estocada ramplona y el público mudo. Es secular la ineficacia de "El Cid" para matar. En su segundo no pudo hacer nada con un toro imposible.

Fernando Robleño no logró ligar faena, pero a la hora de matar su estocada fue a caer en el llamado "rincón de Ordóñez", consiguiendo una oreja inmerecida. En su segundo y quinto de la tarde, sencillamente lo desaprovechó.

Joselito Adame estuvo voluntarioso y efectista, lo que le valió dos trofeos y Puerta Grande. En su primero mató al volapié; fue la suya la mejor estocada de la tarde. En su segundo clavó la espada en la arena, para ligar unos pases que tuvieron más de voluntad que de arte, pero que le valdrían una oreja. Estocada tendida y descabello. Otra oreja. Y "El Cid" de vacío, siendo el único que toreó de cerca, con poder y armonía. Los otros dos, de lejos, con el pico, estirando la mano? El Bibio es así.