Gusta el rejoneo al respetable. La plaza mejoró sensiblemente la entrada de la víspera, aunque somos más los que preferimos el toreo de a pie. Aquél resulta pesado, repetitivo, pese a su vistosidad. El portugués Diego Ventura, asiduo de El Bibio, fue el triunfador de la tarde.

Los toros de Pallarés, bien, nada que decir, dieron buen juego y movilidad a los caballos. Espectaculares caballos, por cierto. Se inició el paseíllo, ecuestre en este caso, con los tres rejoneadores vestidos de traje corto; Diego Ventura llevaba zahones. Al finalizar, hicieron una bonita demostración de doma, que hizo las delicias del público.

El castellonense Andy Cartagena sufrió una caída en su primero de la que milagrosamente no salió corneado. Después del susto tuvo el mérito de sobreponerse a los golpes ligando una faena más efectista que estimable. Provoca al público, logra ponerlo en pie, pero a la hora de la verdad, no tocó pelo. En su segundo hubo de conformarse dando la vuelta al ruedo.

Diego Ventura ha ganado mucho de la feria anterior a ésta. Metía al caballo entre los cuernos del toro arrancado escalofríos en el graderío. En su primero la estocada fue tan fulminante que sospechamos que fue a caer directamente al corazón del animal. Recibió dos orejas.

En el segundo, después de brindar su faena al empresario de la plaza, Carlos Zúñiga, la armó. Vimos el único par de banderillas puestas a dos manos. Suerte difícil ya que el jinete ha de gobernar al caballo sólo con las piernas. Otra buena estocada, y el público enardecido pidió la oreja, otra oreja y el rabo. Y como el presidente de la plaza no ejerce como tal, lo concedió todo. La primera oreja es facultad del público otorgarla, pero el resto es decisión del presidente, y como éste se pliega a todas las demandas su figura desaparece convirtiéndose en un mero espectador. El rabo era demasiado.

El extremeño Leonardo Hernández apuntó maneras. Es joven, guapo y tiene estilo. Su primer toro fue el que menos colaboró. Silencio. Pero pudo sacarse la espina en el que cerró plaza cortando una oreja.