Tordos rodados y en fase blanca. Negros y castaños. Palomino, alazán, albino y bayo. Si las capas de los toros presentan una inmensa gama cromática, la de los caballos galopa hacia adelante. Hasta uno de pinta "apaloosa", como los que montaban los indios, blanco y con lunares negros. Por no hablar de sus razas. Otro océano de posibilidades con amplio predominio de los lusitanos como "Sueño" o "Roneo" de Ventura; o "Titán" y "Olé", de Leonardo Hernández, de raza luso-árabe. Hasta 27 caballos -nueve por cada rejoneador- se dieron cita ayer en la parte trasera de la plaza de toros desde primera hora de la mañana.

La caballería llegó temprano, casi al amanecer, en sus respectivos camiones, que instalaron en la calle pintor Carreño Miranda. Cada vehículo con la inscripción de los rejoneadores actuantes: Diego Ventura, Leonardo Hernández y Andy Cartagena. De sus habitáculos independientes, amplios y cómodos los bajaron uno a uno tras darles de comer. Los colocaron en hilera en el parking trasero de El Bibio, bien sujetos a la verja. Fue entonces, sobre las once de la mañana, cuando comenzaron las labores que los mozos desempeñan cada día de corrida. Cual sesión de belleza en un spa.

Los lavan con mimo y esponjas, desde las orejas hasta las pezuñas. Revisan sus herraduras, cepillan las colas y peinan las crines como si de un niño se tratase. Uno por uno, sin ninguna prisa. Incluso les toman la temperatura vía rectal. "Con los cambios de temperatura debemos tener cuidado y controlarlos mucho. Aquí en Gijón hace frío y supone un cambio para ellos", argumenta José Muñoz, de la cuadra de Andy Cartagena, que, a pesar los 25 grados espléndidos de la mañana gijonesa de ayer, advierte que los jacos vienen de un clima mucho más cálido, como es el de Badajoz.

Una vez se les ha sacado brillo se procede a engalanarlos. La mayoría llevan lazos de colores entrelazados en la crin. Otros, en cambio, llevan melena al viento, y algunos lucen madroños o bolas, también con colorido, prendidos a la melena. "Siempre utilizamos los mismos adornos para cada caballo porque así el público puede reconocerlos", argumenta José Muñoz. De ahí que por los lazos blancos se fiche a "Cuco", el más longevo de la cuadra de Andy Cartagena; "Remate" de Diego Ventura, amén de sus ojos azules y piel albina, se identifique por las crineras marrones, o que a "Xarope" de Leonardo Hernández le realcen la figura sus lazos rojos y amarillos.

"Me gustan mucho los caballos y por eso vengo todos los años por la mañana", comenta Aitana Palacios, de siete años. "Yo prefiero ver cómo los peinan", apunta Claudia García de la Cueva, de seis años, que acudió con su hermana Cayetana, de cinco. Son dos de los muchos niños que se acercaron a lo largo de la mañana para ver de cerca a todos los caballos. Y no sin sustos entre los más pequeños cuando alguno de los equinos relinchaba o se movía más de la cuenta. "Me da un poco de miedo acercarme", apuntó tímidamente Cayetana. Pero no sólo se aproximaron los más jóvenes. También longevos aficionados que allí se dieron cita no perdieron oportunidad de hacerse fotos con los caballos ni tampoco con los toreros que se encontraron. Andy Cartagena no dudó en retratarse con quien se lo pedía o firmar autógrafos. También con el maestro Leonardo Hernández, rejoneador retirado que acompaña en cada actuación a su hijo. Leonardo padre, sin perder detalle, participó de la preparación de los caballos. "Les acabo de dar unas vitaminas para que estén tranquilos y descansen porque mañana [por hoy] tienen que bajar hasta el Puerto de Santamaría para torear", explica Leonardo Hernández que, pese a los tantísimos años que estuvo en primera línea como rejoneador, ahora lo pasa "mucho peor. Paso más miedo que cuando toreaba yo", reconoce.

Y después de una mañana tranquila comenzaron a excitarse a medida que se acercaba el sonido de los clarines y timbales. "Cuando se acerca la corrida se ponen más nerviosos porque saben que ya llega el momento de torear", defiende José Muñoz sobre estos auténticos, bellos y valientes caballos toreros.