A la "noche sabinera" de anoche en el Jardín Botánico sólo le faltó un ingrediente para ser perfecta: Joaquín Sabina. Lo tenía todo para pasar por lo que fue, una divertida sucesión de canciones míticas del extenso repertorio de uno de los cantautores señeros de la música española de las últimas décadas, cantadas por dos de los músicos que lo han acompañado en numerosas giras, como son Pancho Varona y Antonio García de Diego, que además han compuesto con él un centenar de canciones. Y si faltaba un ingrediente, estaba también sobre el escenario la corista de Sabina, Mara Barros.

Como el marco era, está vez sí, incomparable -el Botánico gijonés, bajo una luna inmensa y vegetal.- García de Diego no tuvo más remedio que decir, al iniciarse el recital, "qué hermosura de sitio, qué contentos estamos de volver a Gijón". La maquinaria sabinera echó a rodar con "Más de cien mentiras". Casi nada. En mitad de la canción los veteranos intérpretes introdujeron un medido "hinchas del Sporting", muy aplaudido por el respetable, más de 500 personas de todas las edades, aunque más cuarentones que jovencitos, que también los había. La alusión al club rojiblanco tenía su explicación: Antonio Maestro, médico del Sporting, regaló a García de Diego una camiseta del equipo firmada por todos los jugadores.

Después de esa primera intervención musical sonaron otros himnos de distintas épocas de la trayectoria de Sabina, como "Peor para el sol", "Rebajas de enero" o "A la orilla de la chimenea".

Como una de las singularidades de esta gira es la de permitir subirse al escenario a seguidores de Sabina, a entonar alguna de sus canciones con los músicos que acompañan al cantante en sus giras nacionales e internacionales, varias personas del público subieron al escenario del Botánico a intentar "ser Sabina por un día". "Queremos valientes, no queremos cantantes, la prueba es verme a mí", dijo con sorna Pancho Varona. "Habrá una ganador, que será el que mejor nos caiga", reiteró, entre risas.

No pararon las bromas con los que se asomaron al escenario, que se sabían al dedillo todas las canciones de Sabina.

La noche sabinera fue, por suerte, un magnífico colofón del programa musical de las Semana Grande gijonesa, de la mano de dos enormes músicos que se las saben todas, y de una cantante de voz rotunda. Lo dicho: al espectáculo sólo le faltó Sabina. Pero no se notó su ausencia: quedó lo mejor de su música.