Cuando a Nuria Mahmud se le hace una pregunta, se ruboriza de una manera intensa. No habla castellano, pero comprende el lenguaje universal de los signos. Esta niña de diez años porta una mochila pequeña donde guarda sus escasas pertenencias. Algo de ropa que trae desde su lugar natal. Salvo cuando le avisan de que tiene que desayunar, que se pone seria, no pierde la sonrisa en ningún momento. Como Mahmud, otros 259 niños saharauis llegaron ayer a Avilés para pasar dos meses en Asturias gracias al programa "Vacaciones en Paz", que organiza la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui (CEAS-Sahara) junto a la Delegación Saharaui en Asturias.

Los niños saharauis llegaron ayer al Centro Cívico Los Canapés por la mañana en varios autobuses desde el aeropuerto, para reunirse con sus familias de acogida. Hasta el 7 de septiembre, estos pequeños podrán disfrutar de una nutrición adecuada y de cuidados sanitarios especiales, lo que no siempre tienen en su tierra. Una vez llegados los autobuses a Avilés, todos desayunaron nerviosos antes de reencontrarse o de conocer su hogar por unas cuantas semanas.

Nordim Mohamed tiene el brillo en los ojos del que todo le parece nuevo. Le espera Carmen Briones, integrante de la junta organizadora de la acogida. Se refiere al pequeño saharaui como su "nieto". Y es que la historia se remonta 17 años atrás, en el 2000. Briones ya tuvo de acogida a uno de estos niños que viven en campos de refugiados de Tinduf, al oeste de Argelia. Da la casualidad de que su "nieto" es sobrino de quien ya tuvo hace 17 años. Carmen Briones dice sentirse muy contenta por una experiencia que "cambia la vida". "Los pequeños que vienen tienen una mentalidad diferente a la nuestra, pero son uno más desde el primer día. Sus condiciones de vida son malas, pero cuando llegan aprenden pronto", afirma Briones, esbozando una sonrisa que no se le borra durante toda la entrevista. "Estos niños nos enseñan a valorar las cosas de otra manera, y nos enseñan que tenemos demasiadas normas y obligaciones en la vida diaria que ellos no tienen. Somos culturas diferentes y eso enriquece", finaliza.

Tras el breve tentempié, los niños se reunieron en el auditorio de Los Canapés para que uno a uno les fueran asignando una familia de acogida. El reparto se hizo ordenadamente por zonas: centro, Caudal, Nalón, Oviedo, Gijón y, por último, Avilés. Eduardo Carrero y su hija Adela Carrero son llaniscos. Fueron de los primeros en recibir la esperada noticia de que iban a volver a ser padres los dos próximos meses. Visiblemente ilusionados, aguardaban a dos niñas. Un viaje de la joven llanisca a los campamentos saharauis les sedujo para vivir esta historia. "Buscamos mostrar toda la solidaridad posible por los saharauis. Yo estuve allí y las condiciones son muy duras", comenta Adela Carrero. Las familias cuando se decantan por la opción de ayudar al pueblo saharaui, no conocen quiénes van a ser sus niños. "Esto es como jugar a la lotería y que en vez de dinero, te toque una relación que te marque la vida", dice Eduardo Carrero.

Carlos de la Parte, también miembro de la junta directiva de la organización, se mostraba ayer muy contento por la felicidad de los niños al llegar. "Quedas muy contento cuando llegan y están eufóricos porque pasan una experiencia irrepetible", asegura este organizador, quien también señala que "casi están más felices cuando se van de aquí" con esta historia bajo el brazo, relata este hombre.

Con todo ello, los niños saharauis recibirán durante los meses estivales la atención de unas familias que ya reposan en sus casas con sus nuevos "hijos".