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Vuelta al pueblo por vacaciones

Asturianos de la diáspora y foráneos con ganas de desconectar optan por los núcleos pequeños para poder descansar en verano

Miguel Sanz Peña ante la basílica de Llanes. FRANCO TORRE

Da igual si es "el nuestro", en el que nacieron nuestros abuelos o simplemente el que quede más cerca de la ciudad donde vivimos. Son bastantes los pequeños núcleos rurales, villas o concejos costeros que suman estos días población con la llegada de nativos y foráneos que aterrizan en el pueblo con ganas de desconectar de verdad.

"Huimos del calor y del bullicio, preferimos lo familiar y lo tranquilo y por eso nos gusta esto porque no está muy saturado", defienden José Manuel Alonso y Piedad Barbolla, un matrimonio cántabro que lleva quince años veraneando en el concejo de Tapia. Alternan sus visitas entre el núcleo de A Pumarega y el de A Lama, en función de la disponibilidad de apartamentos de su ya amiga Pepita López. Este año les ha tocado veranear en A Lama, un núcleo costero que no supera la decena de casas.

"Nadie repite en un sitio tantos años si no está a gusto", puntualiza Alonso. Estos vecinos de Reinosa (Cantabria) han establecido con los años una relación entrañable con sus "caseros" estivales. "El vecino nos deja bolsas de patatas, lechugas y cebolla en la puerta", cuenta el matrimonio, encantado con esta relación de confianza y la oportunidad de pasar las vacaciones "en familia". Este año se les ha unido su hija Jéssica Alonso, que trabaja y vive en Bilbao y que huye del bullicio de la ciudad. "Nos gusta la zona y la ostra del Eo", dicen. La familia acostumbra a acercarse a Castropol a degustar el popular molusco.

De la misma opinión es Miguel Sanz Peña, quien cuenta los días cada año para que llegue el mes de julio, fecha en la que desde Caracas, toma el avión de vuelta a su Llanes natal junto a sus hijas y su mujer. Allí disfruta de las fiestas del bando de la Magdalena, vistiéndose toda la familia de aldeanas y porruanos, y se evade de los problemas que asolan a su país de adopción al que se marchó con 19 años y donde vive desde hace 55. "En Llanes disfruto todo lo que puedo. Me gusta estar con los amigos y tomar algo en cualquier sitio. Todos los rincones son buenos para disfrutar", dice. En la villa de Posada Herrera estará hasta septiembre.

Sanz Peña dice que busca, sobre todo, "tranquilidad, aunque nunca desconecto del todo. Sigo muy pendiente de todo lo que pasa en Venezuela". Las caminatas por el puerto o por el paseo de San Pedro no fallan en su día a día del estío llanisco. "A la playa no iré hasta agosto. Vengo del trópico y estos días, para mí, aún hace fresco", comenta entre risas. "En Venezuela echo de menos todo, a los amigos, a la comida o los rincones de Llanes", concluye.

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