Ganador de la sexta edición del premio "Wilkie Collins" de novela negra y nominado para el "Pata Negra" por firmar la mejor novela de 2017, Carlos Augusto Casas (Madrid, 1971) se ha convertido en una de las sorpresas de este año con la publicación de "Ya no quedan junglas adonde regresar" (M.A.R.) "La novela negra que me gusta tiene crítica social, pero lo que me interesa es decribir la parte oscura que todos tenemos, la soledad y la angustia", aseguró antes de presentar ayer su obra en la "Semana negra".

El director de contenidos del festival gijonés, Ángel de la Calle, retrató a Casas como uno de los tres nombres importantes de la nueva novela negra española. Pero sólo citó a otro: el gallego Tomás Bárbulo. ¿De dónde sale este autor que, según explicó, huye de los estereoptipos? "Soy periodista de investigación, aunque mi interés por la novela negra despertó en la Universidad; un amigo me pasó un libro de James Ellroy y cambió mi vida para siempre", confesó, antes de encadenar: "No he dejado de leer novela negra desde entonces y, además, despertaron las ganas de escribir".

La acción de "Ya no quedan junglas adonde regresar" arranca en la madrileña calle de La Montera, donde las prostitutas hacen la esquina: "La novela nació hace tres años, aunque la redacté en tres o cuatro meses; es la primera de la que estoy satisfecho". No es una narración con detectives al uso. Aquí el protagonista es uno de esos viejos que buscan en las chicas de las aceras, más que un desahogo sexual, un alivio a su soledad. Una de esas mujeres aparece muerta. Es el desencadenante de la historia.

"No he querido caer en los clichés del detective periodista, etcétera. Trabajaba en la Gran Vía y por las mañanas veía que los clientes de las prostitutas de Montera eran en realidad ancianos", relató. Su pluma es ácida con los abogados, por ejemplo. ¿Qué diferencias ve entre los autores de su generación y la de los maestros como Vázquez Montalbán? Cree que no demasiadas. Sigue la estela de Julián Ibáñez o del Andreu Martín de "Prótesis".