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La Asturias escondida

Cuando Tintín habló en llingua asturiana

Las aventuras del reportero del tupé fueron traducidas al bable en los años ochenta, en dos volúmenes que hermanan lo local con lo universal y que hoy son piezas de coleccionismo

Primera página de "La islla prieta".

El héroe del cómic de línea clara también corrió aventuras empleando un idioma y unas expresiones muy familiares a este lado de la Cordillera. Tintín, el reportero del tupé y los bombachos con el que el dibujante y guionista Hergé hizo un peculiar retrato de cuerpo entero al mundo del siglo XX, apareció un buen día de 1988 en los escaparates de las librerías de un modo hasta entonces inédito: con los textos en asturiano. El tebeo francobelga por antonomasia daba un nuevo paso en el derribo de fronteras idiomáticas, en unas fechas en las que ya podía ser leído en al menos una treintena de lenguas de todo el mundo. Hoy son nada menos 114 los idiomas a los que la serie ha sido traducida, incluyendo algunos tan minoritarios o exóticos como el alguerés (Cerdeña), el wólof (Senegal), el frisio (Holanda) o el cingalés (Sri Lanka). Y a buen seguro que no serán los últimos.

En el caso que nos ocupa, la entrada de la llingua asturiana en el "Universo Tintín" se materializó únicamente en dos volúmenes, "La islla prieta" y "Stock de cok", publicados conjuntamente por las editoriales Juventud, de Barcelona y Aína, de Oviedo. Esta última tuvo una vida breve, apenas tres años, pero a día de hoy es la única empresa que ha marcado el hito de poner a Tintín en un escenario lingüístico situado entre el Eo y Tinamayor. Un logro quizá humilde, pero al que avalan el reconocimiento y aprecio de coleccionistas y "tintinólogos" de todo el mundo: ambos tomos se han convertido en piezas de colección muy buscadas, y no es fácil conseguirlas en el mercado de segunda mano. Y si alguien tiene suerte de dar con un ejemplar, que saque la tarjeta de crédito. De hallarse en buen estado, rara será la oferta que baje de los 200 euros.

Escocia y el Cantábrico

Para inaugurar la serie, y por aquello de encontrar espacios que tuvieran cierta afinidad estética con Asturias, se escogió "La islla prieta". Publicada por vez primera en 1938 bajo el título de "l'Île noir" ("La isla negra"), Hergé ambientó la aventura en Escocia, atraído por ese aire de leyenda que envuelve al país y que tan bien se adapta a la idiosincrasia del protagonista. Como es habitual, la historia arranca desde una anécdota: Tintín pasea por la campiña belga con su inseparable perro Milú y se topa con una avioneta averiada que aterriza al borde del camino. Se acerca a los pilotos, que con semblante malhumorado intentan reparar el motor del aparato. Pero cuando les saluda con intención de ayudarles, el sonido de un disparo da un vuelco inesperado a la trama, que en las siguientes 62 páginas no bajará la tensión del relato. La espléndida ambientación y el detallismo gráfico de Hergé propician un fluir continuo de 'gags' que, entre el suspense y lo humorístico, van dando pie a la aparición del clásico plantel de personajes inolvidables, que uno tras otro ensamblan los matices de una aventura perfectamente construida. Una persecución zigzagueante por tierra, mar y aire, una leyenda de naufragios y desapariciones que aterroriza a todo un pueblo, con la típica banda de delincuentes aprovechando la coyuntura, enmarcan las andanzas del reportero para concluir con la característica reflexión humanista de la serie, tan criticada como admirada. Ese ideal de justicia que ha hecho correr ríos de tinta sobre Tintín y su creador mucho más allá de los veinticuatro tomos que integran una colección que, huelga decirlo, conserva intacta su popularidad y se sigue vendiendo como churros.

Respecto al carácter asturiano de la edición, la traducción corrió a cargo de Ignaciu Llope y Xosé Antón González Riaño, partiendo del texto francés original y siguiendo los criterios ortográficos y sintácticos que promueve la Academia de la Llingua. En su trabajo destaca el uso de giros y expresiones populares bien conocidos, sin rebuscar en el diccionario, dotando de familiaridad y cercanía a los diálogos y ganándose la complicidad del lector. Dando sentido, en suma, al papel del traductor como adaptador-enriquecedor del trabajo original, más allá de simple transmisor de una historia. La ayuda de Astur Paredes en los grafismos redondea la continuidad estética con el resto del "Universo Tintín", ya que "La islla prieta" mantiene la peculiar tipografía de la serie, reconocible de un vistazo en casi cualquier lengua del mundo.

Gritos en idioma universal

Por su parte, "Stock de cok" ("Coke en stock" en francés, "Stock de coque" en castellano) fue publicado originalmente en 1958. Estamos ante una de las obras de madurez de Hergé, con un argumento más complejo que ahonda en su discurso antibelicista y en favor de los oprimidos. La aventura tiene lugar en el Océano Índico, con el trasfondo del tráfico de esclavos y la "reconversión" de criminales de guerra en mercenarios a sueldo de nuevas potencias económicas y militares. Sin embargo, después de medio siglo pegado al tablero de dibujo, "Stock?" supuso para su autor una inflexión personal, con un punto de desengaño, ya que el propio Hergé confesaba que desde este momento de su obra "ni los personajes buenos son tan bondadosos, ni los malos son malos del todo". Tintín, no obstante, mantiene su carácter noble y de una pieza, secundado por el Capitán Haddock, cuyas explosiones de furia y visceralidad no hacen sino complementar la rectitud del primero. De cara al lector, la edición en asturiano pone de relieve todo el juego que pueden dar el brusco marino y su inimitable colección de improperios. Y es que ¿quién se atrevería a contradecir a un Haddock colérico que, al dirigirse a una indolente y malencarada mujer árabe que no le entiende, estalla diciéndole: "¿¿¿PODRÍA FALAR ASTURIANU, COMO TOL MUNDU???". Imposible hacer un alegato más claro (ni más alto) de la "llingua" como idioma universal.

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