Nada de móviles, fuera timidez y que florezca la creatividad. Estas son las tres premisas que tuvieron que cumplir los diez niños que participaron en el taller de ritmos musicales "Aprendiendo a mover nuestro cuerpo", que se desarrolló durante esta semana y ayer concluyó en el centro de música joven "Pedro Bastarrica". Se trata de un proyecto gestionado por Cruz Roja Juventud en colaboración con el Ayuntamiento.

Durante las dos horas de taller, los niños practicaron la "Biodanza", un tipo de baile muy reciente y muy distinto a otros más conocidos, como el ballet, la danza del vientre o el "break-dance", que también se impartieron en el taller. La biodanza puede considerarse un método de relajación. Practicándola se consigue que cada uno transmita mediante el ejercicio sus sensaciones interiores. "Se trata de equilibrar el cuerpo y la mente entre lo que pensamos y lo que hacemos", comenta Carolina Acuña, presidenta de la asociación Ideas Clara Mujeres, encargada de impartir la clase. La única norma es que "nadie tiene que hacer nada que no le apetezca. Aquí hay total libertad", aseguró a los chavales.

Acompasados por diferentes estilos de música los alumnos realizaron movimientos innatos. "Aquí no hay pasos estereotipados, solo hay que dejarse llevar; cuanto más naturales sean los movimientos, mejor", explicó Acuña al comienzo de la clase. La última regla, quizás la más importante y la más difícil de conseguir, consistía en que "cada vez que pare la música debemos abrazar las emociones. No hay que compartir verbalmente con los compañeros lo vivido, sino debemos guardárnoslo dentro durante unos segundos".

Durante dos horas los chavales trabajaron de manera individual y también por parejas, para así reforzar la empatía con los compañeros. Jugaron con cuerdas invisibles, con globos imaginarios que variaban de peso según la fuerza de la música, imitaron a colibríes, cangrejos, serpientes y hormigas desplazándose, y bailaron según sus emociones delante de todo el grupo. "Esta danza es una forma de estimular la creatividad en los chicos", afirmó Acuña.

Para finalizar la clase los chavales se sentaron por parejas y mirándose a los ojos representaron mediante dibujos sus emociones y pensamientos para luego intercambiarlos. Luego, otra vez sentados en un corrillo, pudieron expresar cómo se habían sentido. "Comparado con otras clases me ha sorprendido mucho, y me ha gustado la libertad con la que nos hemos podido mover", dice Jimena Merino. Su hermana Laura confirma la "tranquilidad" con la que abandona el aula. Los hermanos Álvaro e Iván García también destacaron la relajación e Iván añadió: "No suelo moverme mucho en las clases de baile, pero hoy he bailado como el que más". A Irene Álvarez lo que más le gustó fue poder expresarse "sin necesidad de unos pasos marcados y de palabras, solo con mi cuerpo". Yousra Djebara aprendió a "ser más natural, a no tener vergüenza delante de mis compañeros". La misma opinión la comparte Nayala Iglesias. Jon Isusi, Asur Braojos y Alexia Villalba hablan de lo "guay" que ha sido la clase: "Se nos ha hecho muy corta".

Miriam Antelo, coordinadora del hotel de asociaciones Santullano, quiso destacar "el buen grupo que han formado los niños" y la predisposición que tienen para realizar cualquier actividad.